jueves, 14 de febrero de 2019

Diario de un psicólogo en apuros: Marie Kondo se metió en mi consultorio.


Últimamente, Marie Kondo tomó notoriedad pública al salir su reality show en Netflix. Según el diario La Voz, "Se trata de una gurú japonesa que enseña cómo ordenar la casa para vivir de una forma más minimalista y en paz". Su método está descrito en el libro "La magia del orden" y hoy en día es mencionada en diversos portales de noticias.

Dice una colega y amiga mía "Esta es la única profesión en la que si uno no quiere ver los diarios, las noticias terminan entrando igual por la puerta del consultorio", en referencia a que el relato de los pacientes muchas veces tiene que ver con las noticias. Y algo de esto decía Manolito, el personaje de Quino:




Con La Magia del Orden, es cuestión de estar ridículamente actualizado. Y ya que la historieta habla de un producto de limpieza, vayamos sin demora al tema del título de esta entrada: Marie Kondo se me metió en el consultorio. Por supuesto, no vino ella personalmente, más sí lo hizo en la forma del discurso de algunes pacientes. ¡Tengo que limpiar! ¡Hay que ordenar, donar lo que no se usa, tirar lo que no sirve! ¡Se debe doblar la ropa y ponerla en vertical para que no se sofoque! ¡Antes de tirar, hay que agradecerle al objeto el habernos servido!

Uno podría preguntarse esta manía del orden no será una manifestación de la psicosis de ama de casa con la que Freud diagnosticó a la madre de Dora. ¿O tanto orden se deberá a una epidemia de casos al estilo del carácter y erotismo anal? ¿Y qué es eso de agradecerle al objeto que alguna vez nos sirvió? Melanie Klein se revuelca en su tumba. Otro que también se revuelca es Freud:
¡A ordenar ese consultorio, Herr Professor!
En fin, por estas fechas el Ejército de Salvación está recibiendo más donaciones que nunca mientras más gente se desposee de sus bienes materiales gracias a la terapia del orden. Si, hoy todo es terapia.  También han aumentado las consultas al estilo "¿Por qué no me puedo deshacer de este jean nevado de cuando tenía 20?", "Soy acumuladora y si no ordeno mi placard, mi novia me va a echar de casa".

¿Por qué acumulamos? Abordar la conducta de acumular como un signo patognomónico de la neurosis obsesiva, como frecuentemente se lee, es un error. En este sentido, abundan las interpretaciones enlatadas al estilo "Usted acumula para tener siempre algo para dar... su mierda", que podría ser apresurada. Muchas corrientes psicológicas hablan descaradamente de "retención anal", pese luego se muestren detractores de la teoría psicoanalítica.

En psicoanálisis, intentamos determinar, caso por caso, cuál es la posición subjetiva detrás de cualquier conducta. Tomemos un objeto concreto cualquiera (un botón, por ejemplo) y encontraremos que puede ser un objeto fobígeno para un sujeto y un objeto fetiche para otro. De antemano, lo único que el psicoanalista sabría de ese botón, es que se trata de un significante. Los significantes remiten a otros significantes y en cada caso el analista deberá investigar cómo el sujeto queda representado en ese interjuego de significantes. 

Y entonces, ¿Qué podrían representar todas esas cosas acumuladas? Hay que preguntarlo para cada caso:  recuerdos, emblemas familiares, relaciones a las cuales no se les dio una vuelta de tuerca, proyectos frustrados, asuntos pendientes. A nivel del narcisismo, lo acumulado puede representar lo que uno fue, es y quisiera llegar a ser. También hay cosas materiales que nos conectan con lo perdido: seres queridos que ya no están, los hijos pequeños ya convertidos en adultos, etapas anteriores de la vida.

Hay un experimento que cualquiera podría hacer hoy mismo: ir al armario y buscar una de esas prendas que ya no usa porque pasó la moda o ya no le entra. Si uno piensa, se dará cuenta que el objeto está como representante de una situación en la que se dejó algo inconcluso.

Lo que suele verse en la clínica es que el acumulador aparece del lado de las inhibiciones. No solo porque está inhibida su capacidad de hacer circular objetos (tirar, donar, regalar) sin hacerse una sola pregunta al respecto, sino porque si uno investiga, descubre que el sentido de esos objetos ha quedado coagulado. No han hecho metáfora, entonces han quedado ahí sin que el sujeto haya podido darles un nuevo sentido. Así como "El síntoma en el museo" que Lacan hablaba de las inhibiciones, es lo que el acumulador ha hecho de su casa: un museo de objetos que ya no usa. Pensemos en un jarrón de una civilización antigua en un museo: nadie lo usará para poner flores, porque su función es la de representar esa civilización.

Así como en el resto de las inhibiciones, muchas veces el paciente no se da cuenta que acumula hasta que alguien se lo señala... O la conducta le genera algún tipo de sufrimiento: una mudanza, la falta de espacio, problemas de convivencia. Desde ese momento es que el acumulador puede, si el analista lo acompaña, sintomatizar esa inhibición.

Y por el consultorio, ¿cómo andamos? 
Los psicólogos, en nuestros primeros años de ejercicio, no tenemos mucha oportunidad de acumular. Haciendo prácticas en instituciones, hospitales, escuelas y/o alquilando consultorio por hora, más le vale a uno andar cargando lo menos posible. Sabemos que los años pasan y eventualmente, uno se establece en un lugar y se habilita a echar raíz.
...Raíz, cepa, rizoma, y nódulos. 
Si nuestro maestro lo hizo, ¿por qué no nosotros? El año conocí Viena, y al visitar Berggasse 19 pensé que si nosotros tuviéramos ese espacio para poner un consultorio, definitivamente podríamos tener muchas más cosas. Los psicólogos, como cualquier otro profesional, disponen de sus herramientas de trabajo, pero particularmente hay 4 clases de artículos que parecieran multiplicarse.

Historias clínicas viejas: Los años pasan, las altas -o las bajas- se acumulan y entonces, ¿qué hacemos con las historias clínicas? Se trata del material más sensible que tiene un psicólogo, porque esos datos personales están amparados por ley. He visto profesionales destinar un mueble a acumularlas. ¿Mi opción? Escanearlas, subirlas a la nube y destruir el papel. De tal forma, se las puede volver a revisar cuando se las necesite desde donde sea, sin que ocupen espacio físico.

Apuntes de la facultad: Cuando uno sale de la facultad -tarde nos lo enteramos- no todo es alegría por recibirse: se termina el amparo de ser estudiante. Uno sale al exterior, como en la alegoría de la caverna de Platón y se cubre del sol con lo que único que tiene a mano: los apuntes de la Facultad. ¡Dios quiera que esa pila de papeles tengan todas las respuestas a los retos que la clínica nos va a presentar!. Spoiler alert: no las tiene. Los apuntes también pueden escanearse, si es que directamente no reemplazados por los mismos textos en pdf. 

Libros: La formación del analista -y del psicólogo en general- no se termina nunca. Entonces los libros son también objetos que uno tiende a acumular. Los libros no son tan fáciles de reemplazar con su versión en PDF, porque uno suele anotarles cosas, resaltarlos... 

Adornos: Cada profesional decora su consultorio y sería interesante hacer una muestra con la que cada quien arma su espacio. Este es el punto en el que más uno puede transformarse en un acumulador. Mi consultorio, por ejemplo, tiene muchas plantas y máscaras, por lo que mi reto personal es que el espacio no se transforme en una selva africana.

Lucas Vazquez Topssian

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