viernes, 15 de febrero de 2019

Topología de la perversión (2° clase).


Conferencia dictada por Héctor Rúpolo, en Fundación Triempo, el 15/01/2018. Ver la clase 1.

Quería partir de una referencia importante, que hace a la historia del psicoanálisis en Argentina. En la década del ‘60, hubo muchos trabajos de psicoanalistas formados en la IPA sobre una entidad que fue una creación de los psicoanalistas argentinos: psicopatía. La psicopatía era una entidad mórbida, porque no se entendía mucho qué era lo que pasaba con ciertos pacientes que traían ciertas problemáticas del estilo de insensibilidad frente al otro, de frialdad, de tomar al otro como objeto. Un montón de características que se recopilaron en libros de esa época. Los psicoanalistas de esa época eran en su mayoría kleinianos. Estos pacientes no caían dentro de lo que Melanie Klein había creado, que era la posición esquizoparanoide y los maníaco depresivos.

En el discurso común, el psicópata (o el perverso) es un ser insensible frente al otro. Es frío, no le importa el dolor del otro, puede ser un estafador, etc. Se toma una cuestión moral, pero ¿por qué? Parece inevitable, al enfrentarse con la perversión, la cuestión moral. El perverso te lleva a plantearte la cuestión moral. No sé si obervaron que en la clase pasada yo no mencioné la ley. Hablé de la perversión sin hablar de la ley, porque hay una cuestión que se hace imprecisa cuando se habla de la ley, aunque el mejor lugar para hablar de la ley sea la perversión. El perverso es el que pone en cuestión la ley, la pone en cuestión teóricamente. El perverso es un teórico de la moral, entonces hay que estar muy preparado para poder atender un perverso porque lo primero que te va a venir a cuestionar es lo que tiene que ver con la ley. Si uno tiene agarrado con alfileres que la ley es la ley de la prohibición del incesto y que es para todos, de una manera vaga, el perverso te da vuelta. Yo no parto de esta cuestión de la ley, sino que parto de la diferencia entre el significante de la falta en el Otro y el Otro absoluto.

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Es decir, a mi me interesa mucho más pensar la ley, más que como una prohibición, pensar la ley como lo que habilita. Ustedes saben que la ley de la prohibición del incesto, en su sentido positivo, dice “Esta no, pero todas las otras sí”. Bueno, es distinto. Me he dado cuenta que con la cuestión de la prohibición, se hace como una especie de moral autoritaria. O sea, se produce un deslizamiento por el lado que la prohibición es la prohibición del padre, como si un analista tuviera que estar constantemente prohibiendo.

La vez pasada partimos con que había una relación entre la perversión y el deseo. Yo lo situé que más allá del velo (veil, cortina) que tapa al objeto fetiche. Lo interesante del veil es que se proyecta el fetiche, que viene a ser el objeto que va a topan la falta en el Otro. Sin embargo, la perversión se constituye a partir de un más allá, porque si el perverso taponara con el fetiche la falta en el Otro, sería lo mismo que la psicosis. En la psicosis no hay falta en el Otro. Como hay una diferencia entre psicosis y perversión, tenemos que pensar que en la perversión algo del deseo se inscribe. Lo que vamos a situar hoy es la perversión a partir del Otro, este Otro que es el Otro absoluto -que Lacan dice que no existe, porque siempre está barrado-. Para el perverso, sí hay un Otro absoluto.

Del Otro surgen 2 corrientes distintas:
  • El goce.
  • El objeto.
Freud había hablado del fetichismo, es decir, la necesidad de un objeto que vaya al lugar de la falta en la madre. Lacan analiza algo que Freud no había analizado, que es la obra de Sade. Sade es un autor, un escritor que ejercía el sadismo. Es decir, tenía víctimas, no necesariamente involuntarias y además escribía sobre esto. Por eso yo les dije que los perversos tienen un aspecto teórico. Sade plasmó este aspecto teórico y Lacan lo leyó. A partir de leerlo y hacer un trabajo, que se llamó Kant con Sade. Kant con Sade fue escrito por Lacan como introducción a Filosofía en el Tocador. Esta obra es interesante para comprender muchos problemas del sadismo.

Cuando Lacan estudia la cuestión del sadismo y después el masoquismo. Para eso, recomiendo los textos de Sacher-Masoch, que tiene los textos de “La Venus de las Pieles” y “Las confesiones de Wanda”, que era la mujer. Es muy interesante para entender el masoquismo.

En psicoanálisis, nos encontramos algo que le viene del Otro absoluto y que no es privativo de la perversión. En la perversión hay una constitución que es prioritaria de ser tapón del Otro. En la neurosis no hay un tapón de la falta en el Otro, pero hay represión. El neurótico reprime la castración del Otro, no hay falta porque está reprimida. Lo que pasa que el psicoanálisis, en la medida que hace aflorar un montón de cosas, va surgiendo ese enfrentamiento con la castración, que siempre es la castración es del Otro. El sujeto se pone contento de que su propia castración pueda ser algo que alivie la castración en el Otro. El neurótico plantea su propia castración “yo no puedo, yo no sé” para que no aparezca esta falta en el Otro.

Entonces, el problema que tenemos en el psicoanálisis y que va más allá de la perversión es el problema del goce. Se escucha mucho hablar de goce, ¿qué se entiende por goce? Es la satisfacción en el síntoma, por ejemplo. Ustedes piensen en esta terrible contradicción que tenemos los psicoanalistas: alguien viene a consultarnos por un síntoma y ese síntoma tiene que ver con un goce, ¿cómo hacemos? Es muy difícil, porque está queriendo sostenerse en un goce.

Un ejemplo: alguien que fuma, ¿por qué fuma? Porque hay un goce. Nosotros le podemos decir que no lo haga, porque le puede hacer mal. El paciente no va a dejar de hacerlo, quizá lo intentó varias veces pero no puede. No se lo puede convencer, pasa también con las drogas. ¿Cuál sería el método o la manera de encontrar una salida a este conflicto, con cualquier paciente y no solo con la perversión específicamente? Hay un rodeo que es el del deseo. Hay que hacer un rodeo por el deseo para lograr que ese goce se ponga en función de otro amo que el que tiene un goce común. Ese amo es el deseo. Por ejemplo, el goce de fumar está en el espasmo en los pulmones. Ese espasmo que recuerda el primer espasmo que fue cuando se nos inundaron los pulmones de aire. Es el primer espasmo que tiene que ver con la angustia que tuvimos. Porque el trauma del nacimiento no es la separación con la madre y la soledad en el mundo, sino esa cosa extraña que es el aie, que se meta en los pulmones. Entonces, recordamos eso fumando. Cuando uno se inicia en el tabaquismo, la primera o segunda vez se produce ese espasmo.

¿Cómo hacer para que alguien deje de fumar, si es que viene a eso? Tenemos que buscar si no hay algún deseo, que pueda de alguna manera dialectizar ese goce. Podría ser por el lado de la música y que tenga la posibilidad de tocar instrumentos de viento. Podría ser que si lo pudiéramos ayudar a que esa cuestión del instrumento musical tome un lugar, pueda ir abandonando el goce del cigarrillo, porque es un goce equivalente. Lo que no podemos hacer es aconsejarle, racionalizarlo, decirle que no, prohibírselo.

¿Qué es la ley? ¿Se trata de la prohibición del padre, como se dice? Porque si es la prohibición del padre, no podemos decir que el tipo fuma porque el padre no se lo prohibió. Freud nunca hubiera aprobado una cosa como la prohibición. Tampoco Lacan. Hay que tener cuidado con lo que nos han transmitido acerca de la prohibición del padre. Yo no voy a decir que el agente de la castración no sea el padre, pero no es el padre que se cree que es el padre. El padre es el agente real, es decir, el padre se reduce a ser un acto detrás del cual queda borrado. Ese es el padre de la castración, el que opera en la castración. Puede o no ser el padre biológico, puede ser un tío o el abuelo, con una intervención suficientemente justa como para que diga algo del orden de la prohibición y que la madre la sienta. Si la madre no la siente, no sirve.

Cuando hablamos de ley, a mi me gusta referirme al lado positivo. Cuando no funciona la ley, el sujeto se queda como en el dibujo de mi libro:
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En la tapa yo hice poner una foto que sacó una australiana de una madre con el hijo agarrado así. El hijo está absorbido por el abrazo de la madre. Pero como no podía conseguir conectarme con la autora de esa foto, le pedí a un artista si podía hacer de esa foto una pintura. Él hizo esa pintura. Fíjense ustedes esa imagen, que el artista le puso un víbora, porque es además fundamental lo que tiene que ver con el falo. Esa madre agarrando al hijo, que parece que lo está protegiendo pero por ahí lo está matando. Por eso, podemos pensar la ley como algo que permite que el sujeto salga de ese abrazo mortal. Que salga de ahí, de las garras de la madre y le dé la posibilidad de buscar otra mujer. Creo que esa es una versión mucho mejor que la ley, que la de la prohibición del padre autoritario. Porque además, esa versión del padre autoritario lleva al fascismo, que debe prohibir como prohíbe la policía, totalmente contrario al psicoanálisis. 

La otra cuestión de la ley es que se la liga mucho al Nombre del Padre. Creo que ahí hay algo poco trabajado, aunque se repitan mucho las fórmulas. Yo les dije que el padre es el agente real de la castración, es decir, que más allá de ese acto queda borrado. Es como si no existiera más, es algo real. La renegación, que tiene que ver con un “si, pero no”, no es del padre. Es de la falta en la madre. Es muy diferente, porque no es que se reniega del Nombre del Padre. Se reniega de la falta en la madre. Yo creo que se pone mucho acento en el padre porque se quiere hacer con eso una especie de cuentito de que el padre es el que tiene que prohibir a la madre y si no lo hace se reniega la castración… Y en realidad las cosas no son así. Por ejemplo, en algunas paranoias el problema no es la renegación del nombre del padre. El problema es que el padre es un hijo de puta, así con esa palabra que les digo. Uno se encuentra con que el padre de un psicótico, muchas veces, es un soberano hijo de puta. Yo he visto, en el Borda, tipos maltratados como animales, que el padre lo ataba con una cadena a un árbol y le pegaba. Ese es el tipo de gravedad que puede llevar a alguien a la psicosis. No es el cuentito que aprendemos, es mucho más grave. 

La renegación de la castración es en la madre, tiene más valor la madre. La madre del perverso no quiere saber nada con la castración. No quiere que la separen del hijo para nada, es esa madre devoradora, la de la foto del libro, que está agarrada al hijo y no quiere que se lo saquen. 

Otra cosa que quería situar: el perverso es un moralista. Es un teórico y un moralista. Los ejemplos abundan. Siempre que ustedes vean un perverso, van a verlo. Ejemplo, tenemos el caso de aquel psicólogo que se dedicaba a dar clases en la facultad sobre la pedofilia. Escribía tratados sobre la pedofilia, daba cursos en el exterior sobre la pedofilia. ¿Qué se descubre? Que abusaba de los pibes. ¿Es una casualidad? Uno se pregunta cómo puede ser, ese hombre tan serio… ¡En la facultad no sabían qué hacer ni dónde meterse, porque era profesor titular! Esos son los perversos. El perverso en la superficialidad parece común. Tienen su familia, este del caso no. En el deporte cunden los perversos, sobretodo en los que alientan a los chicos para el fútbol. Los tipos moralistas son aquellos que son más posiblemente perversos. 

Había un tipo que estaba designado por el Estado, que se llamaba Miguel Paulino Tato, que era en censor oficial. Él cortaba las partes de las películas donde aparecían escenas obscenas. El tipo estaba con una cosa moral, que eso estaba mal. Él decía que tenía que ejercer ese control por la gente común y por los chicos. Este perverso, con todos los recortes, hacía una película para verla él. Ese era un moralista perverso que sufría toda la sociedad. Hubo películas que de joven yo no pude ver, como La Naranja Mecánica, que estaba prohibida en Argentina.

L: ¿Por qué este apego a la ley en el perverso?
El perverso, que es un teórico, pretende tener su propia moral. Por eso les dije que hay que tener cuidado porque es lo primero que el perverso viene a discutir. Hay 2 tipos de moral:

La que produjo Kant: En Crítica de la Razón Práctica, Kant produce una moral que tiene el siguiente enunciado: “Actúa de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda valer de principio de una legislación que sea para todos”. esta es la máxima kanteana, que tiene un problema. Primero, piénsenlo, si esta máxima kantiana es la prohibición del incesto. Yo les voy a decir que no, porque la prohibición del incesto habilita a algo, por ejemplo, al varón, otras mujeres. A la mujer, otros hombres. Esta prohibición es absoluta, es el superyó, porque no hay objeto. No hay objeto posible, porque apenas lo llevás al objeto, empezás a encontrar contradicciones.

La de Sade, que dice: tomemos como máxima universal de nuestra acción el derecho a gozar de cualquier parte del prójimo como elemento de nuestro placer. 

La genialidad de Lacan es darse cuenta que esta definición de moral que da Kant se opone a la definición de Sade, pero son complementarias. La moral de Kant no puede ser referida al objeto, por lo tanto no puede ser definida al objeto del deseo. la de Sade, no puede ser referida a un sujeto. De ahí nace el sujeto puro del placer, no hay sujeto dividido. Para Sade, el sujeto dividido está en el orden de la tortura. Cuando está torturando y quiebra a la víctima, en esa intimidad aparece el momento buscado por él, porque es el momento donde se da la belleza absoluta según el sádico.

Este descubrimiento de que la ley kantiana no es la ley de la prohibición del incesto porque lo prohibe todo y la ley sadiana tampoco lo es, porque es una ley imposible para un sujeto, es la ley del abuso, porque tener derecho a gozar de un pedazo del cuerpo del otro porque se te ocurrió, lo que descubre Lacan es que todo esto sitúa muy bien lo que es el problema de la ley para la perversión. A partir de ahí, recuerden lo que les dije de la psicopatía, que sostenía que había gente que coma como objeto a otra, bueno, eso está mal. El sádico no toma como objeto al otro, lo toma como sujeto. Necesita de un sujeto para quebrarlo en su intimidad. El sádico es objeto del Otro. Esto vale para todas las perversiones. 

El perverso es un objeto del goce del Otro, por lo tanto, cuando atendemos a un perverso, lo que vamos a buscar es a ese Otro ante el cual él se coloca en forma de objeto. Es por esto que nunca se pudo avanzar respecto a quiénes mandaron a los torturadores. Porque había alguien que gozaba con eso. Los milicos lo dijeron, “nosotros fuimos traicionados, nos usaron”. Y si, los usaron. Tenían lo suyo, pero el Otro es fundamental en la perversión. Si en un análisis nosotros logramos -y esto es lo punico que es inconsciente en el perverso- que el sujeto empiece a tomar un poco de idea de que lo que él hace no es por él, sino para Otro, el avance es enorme. Es ahí donde para mí se sitúa el análisis de la perversión. Y esto en cualquier perverso.

¿Saben qué es el perverso situado en el lugar de objeto, quién es él como sujeto? La víctima. Aunque no lo crean, él como sujeto es la víctima, porque está en función del goce del Otro y porque pretende quebrar en lo que tiene que ver con el deseo a aquel con quien está identificado. Ahí es donde busca al sujeto. Si nosotros podemos armar algo de esto en un análisis, donde el sujeto está creyéndose que es el dueño del mundo -porque el perverso se cree que tiene todo a su disposición, que el teatro lo armó él- lo que no se da cuenta es que el teatro no se lo armó él, sino que se lo armaron. Ahí es donde podemos tener un gran avance respecto a la perversión.

Pregunta: La clase pasada habías marcado que no había complemento entre el sádico y el masoquista. 

H.R.: No hay complemento porque son estructuras totalmente diferentes. El sádico necesita de una víctima, que puede ser cualquier neurótico y tiene esta relación que les acabo de hacer respecto al sujeto barrado, para conseguir llegar al sujeto puro del placer. O sea, no hay sujeto, porque es él en relación al Otro. 

El masoquista tiene otra impronta, otro cometido. Su interés no es tanto obedecer al goce del Otro absoluto, sino llegar a darle angustia. Y la manera en que lo hace es sometiéndose a alguien. En Las Confesiones de Wanda, ella cuenta qué cosas hacía él. Él le hacía firmar un contrato donde va a ser sometido como un perro: caminar en 4 patas, que le peguen patadas, etc. Pero esto no tiene nada que ver con el sadismo, porque Wanda, que es una mujer que ejercía esas cosas que él le pedía, era porque él se lo rogaba. Ella era una neurótica, lo hacía porque él se lo pedía. 

Pregunta: Pero en ese contrato masoquista, ¿la división quedaba del lado de ella? Ella era la que se angustiaba con todo lo que él le pedía. 

H.R.: El masoquista apunta a la angustia del Otro. Ella era el Otro absoluto y el masoquista busca la angustia en ese Otro absoluto. 

Pregunta: Yo tenía entendido que en la perversión, más que deseo hay voluntad de goce. El punto de quiebre y la belleza está en hacerlo trastabillar en sus más íntimas convicciones. O sea, tratar que desaparezca ese piso que a esa persona lo sostiene. Entonces, lo que querría saber es si en eso que puede el otro dividirse, quebrarse, ¿qué es lo que pasa ahí?

H.R.: Ahí surge la belleza. para él es algo bello. Él se identifica al objeto que tapona la falta y en ese taponamiento se da la belleza. 

Hay que ver cómo está armada la escena. Si es una escena repetitiva, bueno. Ahora, si es algo que de repente pasó, puede ser un pasaje al acto psicótico. Tenemos un ejemplo actual: Nahir Galarza, tan bonita, todos confundiendo belleza con bondad ¡Y le pegó 2 disparos al novio! Además lo celaba, le pegaba. Ahí, el elemento fundamental es el padre. El Otro, que es el padre, que además es policía y le enseñó a usar las armas. Esta piba, probablemente debe ser un objeto del Otro, que seguramente es el padre. 

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