Por Lic. Lucas Vazquez Topssian
Comida con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo, que por la navidad, que por el año nuevo... Todos somos víctimas de este cliché gástrico epocal: saturar nuestro sistema digestivo con absolutamente todo lo que podemos encontrar. Según la Biblia lacaniana, mil formas tomará el objeto para hacernos gozar, y en este caso viene en forma de turrones, nueces, almendras, matmbre, melón y jamón crudo.
Cuando la organización del festejo implica llevar comida al lugar de festejo, de alguna manera a uno se le ocurre que es buena idea cocinar para la cantidad de comensales que lleva a la reunión, pero multiplica la ración por tres. Y los demás hacen exactamente lo mismo, "Por si falta...", "Por si alguien queda con hambre". Lo peligroso aquí es que uno no se suba a la demanda de vaciar las fuentes, porque hay que lavar el bol de pirex de la tía, sino hay que ver cómo se pone.
Me lo pregunto cada año, ¿Cómo podemos evitar los clásicos atracos, empachos, subidas de kilos, malestar y deformaciones de la debida figura?
En cierta revista popular he leído que si el menú es fijo, uno podría comer exactamente la mitad de lo que te sirvan. Jamás me ha funcionado. En ese tipo de publicaciones, se leen consejos que nadie ha podido sostener jamás. Por otro lado, un paciente me contó que para no comer, en cierto momento se levantaba de la mesa y se lavaba los dientes, de tal manera que para no volver a ensuciárselos, cerraba la boca por el resto de la noche.
Una de las cosas que se puede hacer es apostarse en la mesa de los niños, si es que los hay. Los niños son los aliados perfectos del no comer. Cuando hay sistema de auto-servicio, no hay mejor fomar de alejarse de la comida que el pasar tiempo con ellos, porque generalmente de lo último que prefieren es estar en la mesa. Funciona como el mástil donde Ulises se atara para evitar ser tentado por el canto de la sirenas, que ofrecían vitel toné. Además a los más pequeños hay que cortarles la comida. Si nos sentamos en la mesa de los niños, por otra parte, tampoco tendremos que escuchar a los adultos.
Sin embargo, el gran peligro navideño es la bandeja de dulces. O mejor dicho, la bandeja del apocalipsis de la cintura. Estas bandejas, que siempre están al alcance de todos los comensales, llegaron desde países europeos donde las fiestas coinciden con el invierno. Los turrones y dulces están llenos de calorías, lo último que necesitamos cuando hace más de 30º C.
Finalmente, aclaremos que la dieta no se limita sólo a lo que uno ingiere. También se puede hacer dieta de lo que uno mira, lo que escucha, lo que lee, las personas con las que se junta, las cuestiones con la que ocupamos nuestra mente. En ese sentido, debemos hacer dieta con todo lo que nos llega, ya sea físico, mental o espiritual.
Finalmente, aclaremos que la dieta no se limita sólo a lo que uno ingiere. También se puede hacer dieta de lo que uno mira, lo que escucha, lo que lee, las personas con las que se junta, las cuestiones con la que ocupamos nuestra mente. En ese sentido, debemos hacer dieta con todo lo que nos llega, ya sea físico, mental o espiritual.
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