El seminario 12 de Lacan aborda la constitución de la realidad del sujeto y la estructura del fantasma desde una perspectiva topológica. En este enfoque, la estructura no se define por la distinción entre interior y exterior, sino por el efecto del significante, que produce una extracción que agujerea, permitiendo el anudamiento de las dimensiones simbólica, imaginaria y real.
La botella de Klein adquiere aquí una relevancia especial. Al igual que otras superficies topológicas como el plano proyectivo, Lacan diferencia entre la superficie en sí misma y su inmersión en el espacio. Esta última implica una consistencia imaginaria que posibilita la manipulación y la puesta en relación de las tres dimensiones que estructuran al sujeto: lo imaginario, lo simbólico y lo real.
Con esta referencia lógico-topológica, Lacan revisita el estatuto del nombre propio, desarrollando una crítica a su tratamiento en disciplinas como la lógica y la antropología. Pensadores como Russell, Gardiner, Stuart Mill y Lévi-Strauss son cuestionados, especialmente este último, por abordar el nombre propio desde una perspectiva clasificatoria. Este enfoque, según Lacan, reduce al nombre a un término que cierra un sistema, garantizando su coherencia y consistencia.
En contraste, Lacan plantea que el nombre propio tiene la función de suturar el punto de falta significante. Esta operación determina la singularidad del anudamiento entre lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario (RSI) en cada sujeto. De este modo, el nombre propio se vincula a la identificación primaria descrita en el Seminario 9, donde un acto nominante posibilita la emergencia de algo que antes no era, otorgándole existencia simbólica.
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