jueves, 3 de abril de 2025

La relación del deseo con lo real

La repetición se manifiesta cuando lo imposible de descargar persiste, cuando algo no logra ligarse ni resolverse. En términos lacanianos, es el punto donde lo real se convierte en un límite, haciéndose presente en acto. Esta relación entre lo real y el acto es clave: cuando no se puede decir ni saber, lo que emerge es una acción, un acto que insiste en su propia falla.

Este acto lleva consigo la dystichia, el malogro estructural que se inscribe en los lapsus y en las rupturas entre lo simbólico, lo imaginario y lo real. No se trata solo de lo fallido, sino de lo fallado: aquello que no puede evitar tropezar una y otra vez con su propio límite.

Desde esta perspectiva, no es casual que Lacan se haya interesado en las neurosis traumáticas, donde la repetición no solo insiste, sino que devuelve al sujeto al mismo punto inercial, generando lo inquietante, lo absurdo que persiste más allá de cualquier intento de interpretación.

Este problema, que Freud identificó clínicamente, llevó a Lacan a recurrir a Aristóteles para diferenciar la repetición simbólica de aquella que pertenece a lo real. Esta distinción marca un punto de ruptura entre el psicoanálisis y cualquier forma de idealismo, incluyendo la dialéctica hegeliana.

Lo que separa al psicoanálisis del idealismo es precisamente el carácter traumático de lo real. A partir del Seminario 7, Lacan reformula su enseñanza con una orientación clara: la dirección de la cura ya no busca simplemente el sentido, sino el despertar de una posición deseante, estableciendo así la relación fundamental entre el deseo y lo real.

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