La complejidad inherente a la operación del estadio del espejo no excluye cierta simpleza estructural, que Lacan condensa al definirla como una identificación. Este señalamiento, que podría parecer trivial —una obviedad incluso—, constituye sin embargo un punto crucial, ya que permite situar la identificación como una operación de enlace, una articulación que será clave en el desarrollo posterior de su enseñanza.
Lacan la define con precisión: “la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen”. Esta fórmula, breve y densa, pone en evidencia la discrepancia de registros: la identificación se inscribe en lo imaginario, aunque sostenida por lo simbólico; y el sujeto, al asumir esa imagen, se transforma por ella… pero no se confunde con ella. Es la imagen la que se introduce como alteridad, no como identidad.
El sostén de esta identificación, en un primer momento, es la imago como matriz, noción ambigua que se ubica en el cruce entre imaginario y simbólico, ya que excede la pura apariencia especular. Posteriormente, será el significante el que vendrá a ocupar ese lugar de sostén, en tanto inscripción más estable y determinante en la economía subjetiva.
Esta transformación identificatoria, asumida por el sujeto, permite lo que Lacan nombra como una precipitación. El término tiene aquí un doble valor: por un lado, implica una resolución súbita en un tiempo lógico; por el otro, alude a aquello que cae, que se produce como efecto de una operación estructurante. En este caso, lo que precipita es la ilusión de unidad, la ficción de un yo unificado, anticipado en la imagen.
Es esta ilusión la que posibilita el acceso a la primera persona del singular, en su función gramatical: un lugar desde el cual el sujeto puede decir "yo". Sin embargo, como bien señala Lacan, esa posición gramatical no implica agencia, ni dominio sobre el sentido. El francés permite diferenciar entre el moi (yo como objeto del discurso) y el je (yo como enunciador), distinción que se pierde en español, pero que Lacan explota para introducir la escisión estructural del sujeto.
Por eso resulta a la vez llamativo y enigmático que el título del escrito —“El estadio del espejo como formador del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”— incluya al je, cuando de principio a fin del texto se habla del moi. Esta paradoja señala que, en efecto, lo que se instala en esa experiencia especular es la posibilidad de decirse je, de presentarse como agente… aunque tal función responda a una imposibilidad estructural: la imposibilidad de decir je en el inconsciente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario