La transferencia es un concepto fundamental no separable del de inconsciente, que resume la interpretación psicoanalítica del amor, del odio y de la ignorancia.
No hace falta la intención de convocar la transferencia para después interpretarla, ella sucede de todos modos, se produce de suyo cuando hay analista y también cuando no lo hay. No es preciso inducirla, provocarla ni estimularla. Ella sobreviene sola cuando las asociaciones se detienen ante pensamientos reprimidos.
En la práctica, se trata de que cuando el inconsciente se cierra su correcta interpretación es indispensable para avanzar en la cura. Sin el entendimiento de las operaciones inconscientes implicadas en el amor, en el odio y en las distintas pasiones que se presentan en los lazos sociales, el tratamiento no tendría mayor alcance que el de un procedimiento hipnótico o de sugestión.
La indicación de Freud de que la interpretación no debe darse antes de que se presente la transferencia, como su observación acerca de que la cura requiere de su animación para realizarse, enseñan que el inconsciente, según sus propias palabras, no es aprehensible in absentia o in effigie sino en el lazo social con el analista. Esto significa que las dificultades que se presentan en un tratamiento no se superan en un plano argumentativo o reflexivo –aunque lo incluyan– sino en uno que compromete las vicisitudes que suceden en ese lazo.
La interpretación psicoanalítica se apoya sobre la distinción entre transferencia e identificación. Para que el amor, que es fe, confianza, sostenga el vínculo analizante es necesario que el analista lea y dirija su propio hacer entendiendo esta diferencia, supone su capacidad de entender las pasiones objetales, vinculares, en sus raíces inconscientes. La interpretación lee transferencias en las identificaciones.
La proposición “hacer apariencia del objeto” requiere que el analista actúe de manera que el analizante pueda transferirle la causa del deseo que lo habita; sucede, por ejemplo, cuando se hace al analista objeto de admiración o de rechazo, que son sentimientos conscientes. En éstos se hace presente la realidad del inconsciente, que se debe entender como sexual, pulsional.
Sobre la relación analizante-analista cabe destacar que no es simétrica y que esta asimetría no es jerárquica. No es sólo que la posición de analista no es la de maestro, profesor o sugestionador. La asimetría del caso se funda en que el método psicoanalítico asigna a cada uno tareas diferentes: asociación libre en un caso e interpretación y construcción en el otro, atención flotante mediante.
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