La orientación de Lacan hacia el planteo fregeano se articula con su interés por la escritura. De allí la referencia a la obra de Frege, Conceptografía (1879), donde se sientan las bases de la axiomatización de la lógica. El título en alemán, Begriffsschrift, puede traducirse —siguiendo la lógica que Lacan imprime a su enseñanza— como escritura del concepto.
Esta traducción se hace congruente con el Seminario 11, donde Lacan define al concepto como algo que se escribe y no como algo que se dice. Se escribe porque una función opera delimitando un borde. En este sentido, la función misma es una escritura, un decir modal, y en su trasfondo se juega la hiancia propia de la sexualidad humana.
La imposibilidad de escribir la relación sexual equivale a afirmar la inexistencia de un goce sexual complementario. Para el hablante, cualquiera sea su posición sexuada, el goce solo se alcanza a través del semblante. De allí que Lacan insista en la equivalencia entre goce y semblante, sosteniéndose en el decir modal como soporte.
Un punto de partida queda claramente establecido: la existencia se separa tajantemente de la esencia. La esencia remite a esa identidad que le falta al hablante; en el vacío que deja su falta, se inscribe una existencia modal. Es un decir, una escritura inaugural, que se enlaza con lo novedoso del no-todo: “…si se afirma la existencia, el no-todo se produce. En torno a este existe debe girar nuestro avance”.
La continuidad con la función fundante del S1 se vuelve aquí evidente. La excepción funda: al mismo tiempo que cierra un conjunto, deslinda lo que escapa a la función —la fálica, en este caso—. Así, el no-todo se instituye como un tratamiento lógico de una falla real, y su modalidad se sostiene en la lógica de lo contingente.
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