Esa distancia que se juega entre algunas letras que Lacan va delineando en su acercamiento a lo nodal desde lo modal, van litoralizando distintos agujeros. En esa serie hay una interesante reelaboración del objeto. Si a la altura de los cuatro discursos se lo establece con claridad desde el semblante, por el lugar que toma en dichos discursos tomados como artefactos; me parece que en “Aún” puede retornar desde otras perspectiva a lo real de dicho objeto.
En ese contexto lo emplaza en el campo femenino o no-todo del goce, el cual bien podría indicar que el a, más allá del falo como letra/Bedeutung, escribe lo que del goce responde “sacudiendo” a una mujer. Este sacudir no debe ser considerado como una vivencia subjetiva, sino como el índice de lo que no entra en común medida alguna. Y por ello mismo, aunque paradojalmente, la socorre.
Las resonancias en cuanto a los efectos de este a se asocian a lo apremiante, y eso vale para cualquier ser hablante. Eso que de algún modo agita el ánimo, y María Moliner sitúa respecto de eso apremiante que hay algo tanto del abandono como del despertar.
Por estas coordenadas, quizás, en esos momentos Lacan se sirve del goce místico para abordar/pensar la particularidad de ese campo no-todo del goce. Ciertamente que no son lo mismo, pero ambos campos implican la perspectiva de un más allá. Este más allá introduce ese vínculo complejo, opaco entre el lugar de Dios y el goce femenino que Lacan explora en “Aún”.
Diría que la diferencia entre ambos se juega a nivel de la significancia, porque el goce místico implica un más allá donde está concernido un Otro que no es cualquiera, sino Dios. Sin embargo, su valor es ese “de más” que impide la unificación.
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