La distribución entre el sujeto dividido y el objeto a en las fórmulas de la sexuación muestra que el sujeto sólo puede encontrar un partenaire del lado “Otro”. No es un encuentro imaginario ni especular, sino uno que pasa por la causa del deseo: el partenaire se alcanza únicamente allí donde opera el objeto a, del lado del no-todo.
Ese campo “Otro” —el lado femenino— no se reduce al Otro de la verdad ni al Otro consistente del discurso. Es un Otro más radical, que a Lacan le llevó largos años de elaboración: un Otro tocado por la falta, por la no-relación, y cuya estructura tiene consecuencias clínicas fundamentales.
El camino hacia esta formulación comienza con la apuesta lacaniana de demostrar lógicamente la barradura del Otro, hasta llevarla a su punto extremo en el impasse de lo femenino. En el trayecto, otras elaboraciones fueron preparando el terreno: el examen del anudamiento entre inconsciente y pulsión, el estudio de la falla en la consistencia del Otro, la escritura de ese significante de su falta. Ese punto no se ubica ya del lado del –1, sino más bien del +1, algo que suplementa, que hace existir un imposible.
Entre lo modal (lo posible, lo necesario, lo imposible, lo contingente) y lo nodal (el lapsus del nudo, el modo en que se anuda lo real y lo simbólico), L’Étourdit se vuelve un punto de inflexión. Desde sus primeras líneas, Lacan establece el valor de un decir que es a la vez existencial y modal: un decir que funda la estructura y, al mismo tiempo, permite modificarla mediante la interpretación analítica.
En ese cruce entre estructura y decir, entre semblante y real, se perfila el partenaire verdadero: no aquel que responde a la verdad del sujeto, sino el que emerge del lado donde el Otro no existe del todo.
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