domingo, 22 de marzo de 2020

Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica


Las sensaciones táctiles son la forma más primaria de contacto que el “infans” tiene con su entorno. Antes de la mirada y la voz, la piel registra el mundo a través del contacto. En la piel queda inscripto el encuentro con el Otro Insitutuyente que con su amor, su deseo y su goce toma en sus brazos al “infans” prematuro. Pueden ser caricias, presiones, cambios de temperatura, sostén, masajes, higiene y también a veces violencia, abusos y golpes. Manipulaciones que dejan su marca, que escriben en la piel un mensaje enigmático que el sujeto porta como firma ilegible que rememora un goce. En este sentido me interesa un modo particular de “satisfacción” que observé en algunos pacientes que padecen enfermedades que se manifiestan por lesiones en la piel. Rascarse, acariciarse, tocarse, encremarse, pegarse o lastimarse, se presentan como modos paradójicos de satisfacción. Estas “manipulaciones”, pueden ser declinadas según las modalidades de la gramática pulsional como por ejemplo:

“Tocar, tocarse y hacerse tocar” o “Pegar, pegarse o hacerse pegar”. De una u otra manera, el objeto de estos tratamientos, que puede ser cualquier parte del cuerpo propio o ajeno, siempre involucra a la piel. A veces estas actividades se transforman en la principal vía de “satisfaccón” para el sujeto.

Veamos como lo tematiza Freud en uno de sus paradigmáticos historiales: “Un paciente a quien hoy tengo bajo observación resignó todos los intereses de la vida a causa del deterioro de la piel de su rostro.....Primero se ocupaba de sus comedones (nosotros decimos barritos) sin hacerse reproches, y el apretárselos le deparaba gran satisfacción, porque de ahí, como él decía, saltaba algo ...”. Es evidente, dice Freud : “que apretarse el contenido del comedón es para él un sustituto del onanismo(1).

También las caricias y manipulaciones a las que se encuentra expuesto el “infans” son un aspecto significativo de la constitución subjetiva. Como ya fue descripto por René Spitz, no es sin consecuencias que un niño sea privado de las caricias maternas o de algún Otro, que funcione como instituyente, durante el primer año de vida (2). Recuerdo una paciente que decía: “Mi mamá nunca me acarició. Cuando era chica se me lastimaban las manos; decían que era un detergente que me hacía salir manchas como piel de sapo(3).

Me voy a referir a un paciente al que llamaré Gustavo que padece Psoriasis. Es derivado por su médico y sin demasiado interés en comenzar un tratamiento. El desencadenamiento de la enfermedad se produjo en ocasión de la agonía de la madre que termina muriendo en un geriátrico convertida, según las palabras de Gustavo, en: “Piel y huesos”. “Por eso no la visité en las últimos tiempos ya que me resultaba insoportable”. “Cuando nos avisaron que murió, estábamos los tres en casa”. Se refiere a él con el padre y su hermana unos años menor. Este hombre, de 31 años, no había podido y según él no estaba demasiado interesado, en encontrarse con una mujer.

De vez en cuando hacía una cita por chat y se llevaba estudiados los guiones ya que, según decía: “No se de que hablar”. Me llamó la atención que en ningún momento manifestara la mas mínima preocupación estética por las manchas, manchitas y costras que cubrían sus manos, piernas, cuero cabelludo y, según me relató, también sus nalgas. Gustavo dice no tener fantasías y no recuerda sus sueños si es que los tiene. Sus padecimientos son, en sus palabras: “laborales”. Nunca le dan los números y siempre se encuentra una diferencia irreductible en los balances a los que su tarea de contador lo convoca “Lo mío son los números, nunca me gustaron las letras”. Las manchas siguen aumentando.

En una oportunidad, algo inesperado ocurre en una de esas citas guionadas. Una mujer lo saca del guión y consigue seducirlo de una manera singular. Le ofrece masajearlo con la crema que cotidianamente debe aplicarse en piernas, brazos y nalgas por su afección en la piel. Gustavo se erotiza, las manchas y costras disminuyen.

Empieza a soñar. ¿Cómo puede haberse erotizado una piel enferma, manchada y con costras? ¿Cómo se convirtió esa piel en una fuente de estímulos? Freud nos dice que: “si un estímulo ataca o destruye a un órgano (en este caso la piel) entonces se engendra una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Tal estímulo cobra, así notable semejanza con una pulsión" (4).

Neurosis de guerra, neurosis traumáticas, neurosis graves. Todas tienen en común el factor sorpresa, la imposibilidad de articular recursos para responder ante lo inesperado. En ese sentido Freud nos aporta una observación fundamental para pensar el lugar de una lesión de órgano en la estructura subjetiva. Ante estas situaciones “un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis(5). La lesión entonces se instala como un recurso de emergencia ante la imposibilidad de responder con inhibición, síntoma o angustia Es decir la lesión viene a frenar el impacto traumático pero de la peor manera, no como remedio sino como enfermedad.

La Psoriasis es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la presencia de autoanticuerpos que lesionan la propia piel. Es decir que funcionan como estímulos que atacan al mas extenso de los órganos del cuerpo: la piel. Las lesiones en la piel, que producen los autoanticuerpos, se transforman en una fuente continua de excitación y de acuerdo al posicionamiento del sujeto afectado pueden tornarse una fuente de empuje constante.

Una vez desencadenada la enfermedad, la piel se ve permanentemente excitada por dolor, picor, ardor y es objeto de buenos y malos tratos: rascarse hasta sangrar y ponerse cremas para cicatrizar. La piel es el órgano mas extenso del cuerpo y “a posteriori” de estar expuesta a esta excitación continua se transforma entonces no sólo en objeto sino también en fuente de la pulsión táctil. La piel, como objeto de esta pulsión, se comporta como una zona erógena. Esta es la sabia lectura que realiza la dama que seduce a Gustavo masajeando con cremas su piel manchada. Sus caricias logran la escisión entre tacto y toque, erotizando la piel lastimada que recupera la carga libidinal de un cuerpo erógeno. Llamo “toque” (le toucher) a la pulsión táctil para diferenciarlo del sentido biológico del tacto. Lo táctil como pulsión seria entonces fundante en la estructuración de un cuerpo erógeno.

Como casi todas las enfermedades autoinmunes, la Psoriasis se manifiesta en el tiempo mediante lo que se denomina brotes y remisiones de distinta duración e intensidad. Este hecho hace que no podamos decir nunca que un paciente está curado ya que la ausencia de sintomatología solo indica una remisión que puede en el mejor de los casos durar toda la vida. Nada nos asegura que, ante alguna situación puntual, un nuevo brote pueda resurgir “como una mancha en los días de fiesta floreciendo el rostro(6). Los “días de Fiesta”, como ironiza Lacan puede ser cualquier momento traumático que la vida no ahorra a nadie. Para nuestro paciente, por ejemplo, cada vez que se acerca el aniversario de la muerte de la madre, se llena de lesiones, costras y manchas aunque él ignore la fecha y no pueda apropiarse de este hecho como parte de su historia subjetiva. Esta forma de presentación de las enfermedades autoinmunes, mediante brotes y remisiones, no permite pensar en curación pero da también la posibilidad de poder operar allí en tiempos de remisión. Nosotros no podemos evitar que una dolencia se desencadene ya que, en la mayor parte de los casos, los pacientes llegan a la consulta con la enfermedad ya declarada. Sin embargo es posible que nos encontremos en una etapa preliminar a la cronicidad y eso, a lo mejor, nos permite incidir antes de que la respuesta de la piel se instale de manera permanente. El dispositivo analítico convoca a la producción y lectura en transferencia de formaciones del inconsciente y es también una oportunidad para que el sujeto responda con inhibición, síntoma y angustia. Esa es nuestra apuesta de analistas: poder incidir sobre la frecuencia y cronicidad. Que pueda responder el sujeto y no la piel.

Es difícil saber como se conjugaron los distintos factores de la constitución y experiencias infantiles para crear una disposición lo suficientemente lábil como para desencadenar la enfermedad autoinmune ante un momento traumático de la vida (en este caso la imagen de la madre piel y huesos antes de morir). Lo que si podemos hacer es, una vez desencadenada la enfermedad, leer “après-coup” los antecedentes que se conjugaron para llevar al desencadenamiento.

En el caso de este paciente particular no pueden ser excluida la influencia de lo que Freud llama lo constitucional ya que hay otros miembros de la familia afectados de Psoriasis. Por otra parte, es interesante señalar que, en los recuerdos infantiles del paciente, su padre médico se ocupaba de controlar obsesivamente si le habían bajado los testículos y vacunaba personalmente a sus hijos con inyecciones en las nalgas.

La piel, como todo órgano, tiene una función fisiológica al servicio de la supervivencia y como toda función no es operativa desde el comienzo y debe estructurarse de acuerdo a una lógica homeostática cuyo funcionamiento garantiza la supervivencia. En este punto las funciones de protección, humectación, secreción hormonal, barrera inmunitaria y metabolismo, son interferidas por el significante que recorta la piel en trozos que nada tienen que ver con la función biológica. Es la piel como órgano, que inaugurara un goce específico para la demanda del Otro en un tiempo en que esa demanda no puede ser interrogada. Cada vez que vuelve a aparecer la lesión conmemora un goce fijado en tiempos de la constitución subjetiva o en momentos puntuales en que el sujeto quedó petrificado frente a la demanda del Otro. La función intrusiva del Otro queda allí denunciada en este goce parasitario que expresa el rascado y sangrado de las lesiones y se repite ante cada aniversario. Esos “trozos de piel” están escindidos no solamente del cuerpo erógeno sino tambien del organismo (7).

Gustavo se refiere al “dolor en los cachetes” (nalgas) para expresar la perturbación que las manipulaciones paternas le producían. Es también su construcción fantasmática en análisis. “Ser inyectado, manipulado o pegado por su padre-médico”. En el Seminario 4 de las relaciones de objeto Lacan desglosa detalladamente el paradigmático artículo de Freud de 1919 “Pegan a un niño(8). Señala que en el tercer tiempo, lo que queda es “una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo” (9). Tomando la construcción de mi paciente ¿se trataría, de un ojo o de un trozo de piel? Podríamos pensar allí que el sujeto queda reducido a no ser, en este punto, más que piel y sensación táctil.

Un trozo de piel erotizada que funciona como pantalla. Es decir aquí se torna la pulsión táctil un andamiaje apropiado para pensar esta peculiar manera de mostrarse del sujeto. Lacan concluye que lo que aquí se indica en ese tiempo fantasmático es: el sentido de una relación estructurante fundamental de la historia del sujeto. Historia en la que esta incluido, pero bajo la forma de un puro signo (9). Nada más preciso para definir una lesión de órgano (en este caso una lesión en la piel) como signo del sujeto no representado por un significante sino indicado por un signo. Es interesante señalar que la revisación médica implica por técnica y procedimiento una determinada manipulación del cuerpo del niño. ¿Cual es el efecto de que esta manipulación sea llevada a cabo por un padre-medico? Como señala Spitz y vemos en nuestros pacientes la falta de contacto táctil, de caricias y sostén puede ser dramática pero también lo es el exceso en el punto en que se torna abuso. De allí la importancia crucial, en determinados momentos y contextos, la vigencia del tabú de contacto para la estructuración del sujeto. El tabú de contacto también toma su valor en el dispositivo analítico y habilita al paciente a “hacerse acariciar”, en la escena de la vida.

La brillante intervención de la dama que seduce a Gustavo erotiza la piel herida con “su masaje, su toque”. Lejos del sentido orgánico del tacto. El “toque” opera como una varita mágica; libidiniza la piel y en ese mismo acto revierte los efectos de la lesión de órgano en tanto abre al sujeto a experimentar otros goces.

Referencias
Freud , Sigmund : Lo Inconsciente ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV.
Spitz , René A. : El primer año de vida del niño ( 1965) ed FCE, Mexico.
Peusner , Irma CW. de : “ Soy un crucigrama” ( 1993) Biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Freud , Sigmund : La represión ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV Freud , 5- Sigmund : Mas allá del principio del placer (1920). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVIII.
Lacan , Jacques : La dirección de la cura y los principios de su poder ( 1958) en Escritos 2 . ed Siglo veintiuno editores , SA ( 1975) . La cita textual es “ pues es en la superficie donde se ve como un herpes en los días de fiesta floreciendo el rostro”.
Peusner , Irma CW. de : (2001) La perplejidad orgánica ( Del laboratorio al dispositivo analítico) Trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Recife, Brasil, agosto 2001.
Freud , Sigmund : “Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales. (1919). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVII. Lacan , Jacques : ( 1959) Seminario IV : La relacion de objeto. Éditions du Seuil , Paris.

Fuente: Irma CW. de Peusner "Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica" REUNIÃO LACANOAMERICANA DE PSICANÁLISE DE BRASÍLIA 2011.

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