El inicio de la enseñanza pública de Lacan está dominado por tres grandes textos freudianos, en los cuales Freud puede situar la estructura de lenguaje del inconsciente. Son los textos sobre el sueño, el chiste y la psicopatología de la vida cotidiana. Allí Freud delinea la particularidad de las formaciones del inconsciente y los vínculos del inconsciente con la palabra.
Entre las formaciones del inconsciente toma lugar una: el lapsus. En términos del planteo inicial de Freud, se trata de esos errores, de esos fallos en la palabra, en el discurso, incluso en la escritura. Entendido en ese sentido, el lapsus es una formación del inconsciente y como tal está sometido a la lógica que compone la cadena discursiva: la condensación y el desplazamiento; o la metáfora y la metonimia.
Llamativamente encontramos que Lacan utiliza el mismo concepto, “lapsus”, para hablar de algo que no participa de la esfera de las formaciones del inconsciente. Sino que se trata de algo que opera a nivel de la estructura misma: el fallo o el error en el anudamiento de los tres registros en la estructura de la cadena borromea.
Es interesante la utilización del mismo término, lo que no significa que se trate del mismo concepto.
El lapsus tomado desde las formaciones del inconsciente es algo del orden de lo fallido; en cambio, el lapsus situado a nivel de la estructura de la cadena borromea pertenece al orden de lo fallado.
Lo fallado a nivel de la estructura ya es un nombre de la no relación, con lo cual implica una tramitación simbólica solidaria de lo que no cesa de no escribirse. Y delimita el espacio donde el síntoma toma lugar, precisamente por suplir ese fallo del lazo.
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