Con relación al funcionamiento del dispositivo analítico Freud sitúa dos reglas. Una asociada a la posición del analista en la transferencia; y otra que delimita la posición del analizante, más allá del paciente.
Del lado del analista Freud establece lo que da en llamar la atención flotante. La cual consiste en una escucha que no se dirige al centro del discurso, si cabe la expresión. La escucha del analista no se dirige entonces al sentido del discurso, casi escucha, podríamos decir, en la superficie de este, topológicamente entendido.
La asociación libre es, a su vez, la contraparte del lado del analizante. Se trata de un decir que esta, digamos, dirigido a hacer funcionar la determinación inconsciente. Cuando Freud plantea que se le propone al sujeto que hable sin prestar demasiada atención a la coherencia o a la verosimilitud de lo que está diciendo, se ofrece sin decirlo la posibilidad de una lectura más allá de la significación.
En este sentido esta regla, la asociación libre, no es más que la inauguración de un tiempo para que la determinación inconsciente haga su trabajo. O sea que se trata de poner a trabajar en el sujeto ese automatismo de lo simbólico que regla el funcionamiento del Icc.
Entonces, la asociación libre presupone que el analizante no es libre al hablar, sino que está condicionado por un saber que desconoce, del cual no conoce su alcance, ni siquiera las marcas que determinan lo que efectivamente dice.
Dado este planteo: ¿cuál es la su eficacia?
No se trata, ciertamente, de abrir la posibilidad de decir cada vez más, no es ese el planteo del psicoanálisis. La eficacia de la asociación libre es que, vueltas dichas mediante, se puede arribar a aquello que no queda alcanzado por la palabra, que es el momento donde el silencio anuncia a la transferencia como cierre.
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