Entre el 5 y 6 de abril de 1930 Freud recibe la visita de un nuevo infarto. Esta desleal sorpresa lo enrola, nuevamente, en el convencimiento de abandonar el cigarro. Ese hábito debe ser eliminado, cortado, como una automutilación. La operación no es agradable ni inmediata y presenta las dificultades comunes de un acoso perpetuado.
Al mes siguiente, luego de su cumpleaños, Freud varía su estrategia. En la acción recibe la repetida visita del Dr. Philipp Lederer. Este doctor proporciona, avaramente, algo que puede aliviar el problema del tabaco.
Algunas anotaciones y cartas nos enteran que el doctor ya le era conocido y que le había acercado alguna satisfacción en la enfermedad. No ha faltado la ocasión en que Freud lo sugiera como proveedor de regalos y materias de interés analítico. También nos anoticiamos que el profesor solía destinar ingresos extraordinarios, como regalías de libros, en los servicios del doctor.
La especialidad de Lederer es el comercio de arte, en especial antigüedades. El doctor ejerce su función en un comercio en Am Kupfergraben, en Berlín, a metros de la casa de Hegel.
Una infrecuente relación entre los cigarros y las antigüedades aparece en Freud, como una forma de sustitución. Esto se evidencia cuando escribe sobre sus fallidos intentos de abstenerse: "(…) me faltan los cigarros, cualquier medida que intente contra eso fracasa”. La solución parece venir del lado de Lederer, aunque sea una bastante limitada. Freud indica que las antigüedades pueden haber sido una sustitución posible, pero no puede comprar tantas.
El 3 de Julio, luego de una recaída de salud, a Freud le llega la noticia tan inesperada como la aparición de un monstruo marino. Esta contingente novedad acaso le limite el fumar. La ciudad de Frankfurt le otorga el Premio Goethe. No es uno que lo reconozca como científico. Es una distinción concedida a quienes hayan “alcanzado la eminencia a través de su obra y cuya influencia creadora sea merecedora de un honor dedicado a la memoria de Goethe".
El premio se hará efectivo con la entrega de un distintivo y 10.000 Reichsmarks. Cuando se realiza la entrega, el enfermo profesor no puede asistir. Anna lo representa en la ceremonia, quien lee el texto de agradecimiento preparado por Freud. Ernst Freud, otro hijo, también deberá reemplazarlo en los comercios con el doctor Lederer.
Las relaciones entre el profesor y el doctor parecen mantenerse por años. En 1936 Freud lo recomienda al escritor George Hermann. Le escribe que en Berlín puede encontrar al Dr., Lederer con quien ha “podido convertir la mayor parte del Premio Goethe en antigüedades”.
La extravagante terapéutica hace que el profesor fume su primer cigarro en noviembre y luego mantenga, por largos periodos, su fumar por debajo de los 4 cigarros diarios.
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