La causalidad, entendida como la forma de abordar y conceptualizar la causa en el sujeto, tiene un papel central en el psicoanálisis. A menudo, se tiende a reducirla erróneamente al objeto a, en tanto real, como causa del deseo. Sin embargo, para Lacan, el problema de la causalidad trasciende esta definición y constituye una interrogación fundamental sobre lo que posee un valor causal.
Desde su perspectiva, alineada con un planteo creacionista que postula la preexistencia del orden simbólico, Lacan introduce la idea de la eficacia simbólica como causa, en oposición a lo que denomina el "órgano-dinamismo". Este enfoque le permite más adelante conceptualizar al significante como causa material del inconsciente, subrayando que el inconsciente existe por el hecho de que somos seres hablantes.
Además, la causalidad se entrelaza con las operaciones fundamentales que posibilitan el devenir del sujeto. La alienación y la separación, por ejemplo, son procesos que Lacan formula en una coordinación lógica y topológica, inseparables en su desarrollo. Estos movimientos del sujeto implican una falta o hiancia entre la causa y su efecto, otorgando a esta ausencia un valor causal en sí misma.
Este planteamiento permite desvincular la causalidad del determinismo, abriendo nuevas posibilidades para pensar la eficacia clínica del psicoanálisis. Así, se establece que no hay causa sin pérdida: la falta no solo media entre causa y efecto, sino que también constituye el eje desde el cual se comprende la causalidad en su relación con el sujeto y su deseo.
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