Para Freud, la función primaria del aparato psíquico es la de ligar, un proceso necesario para tramitar lo económico y prevenir el impacto del trauma. La hipótesis del valor traumático de las irrupciones energéticas plantea, sin embargo, el problema fundamental de la diferencia entre exterior e interior, una cuestión que Lacan aborda extensamente en su enseñanza.
En el marco epistémico de Freud, esta distinción se revela como un impasse en su razonamiento. Freud avanzó parcialmente en su resolución al identificar la huida como un mecanismo eficaz frente a estímulos externos. Sin embargo, el problema surge cuando la huida resulta ineficaz, lo que llevó a Freud a plantear una pregunta clave: “¿De qué modo se entrama lo pulsional con la compulsión de repetición?”.
Esta conexión entre pulsión y compulsión de repetición no solo desplaza la repetición más allá del automaton simbólico, sino que también aleja lo traumático de la mera contingencia vital. El enfoque de la IPA, al tratar el "desarreglo" como algo contingente, llevó a situar la praxis psicoanalítica en lo imaginario, descuidando así su fundamento estructural.
La sexualidad humana, en este marco, se configura como traumática por definición. Más allá de las particularidades históricas de cada sujeto, lo traumático reside en la participación de la pulsión en la sexualidad, estructurando una experiencia que desborda lo contingente y se enraíza en la dimensión estructural del aparato psíquico.
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