La transformación que Lacan lleva a cabo sobre el Nombre del Padre, pasando del singular a su pluralización, surge de una indagación profunda sobre los efectos clínicos de lo traumático. No se trata solo de comprender el trauma como una contingencia en la vida de un sujeto, sino de reconocerlo como un elemento estructural dentro del campo psicoanalítico.
Esta reformulación introduce una serie de conceptos en la enseñanza lacaniana, todos vinculados a la noción de borde. Si lo traumático señala un punto de no relación, algo que no logra enlazarse en el hablante, entonces se pone en cuestión la primera formulación del Nombre del Padre, que lo situaba en el marco de la cadena significante y la común medida.
Este cambio teórico implica un pasaje de la referencia fálica del deseo a lo que Lacan denomina una genealogía del deseo, en la que se introduce la causa y, por lo tanto, el corte. Desde esta perspectiva, la causación del sujeto ya no puede entenderse solo como una división por el significante, ya que esta división no ocurre sin resto.
El tránsito del Nombre del Padre a los Nombres del Padre es, en parte, una respuesta a las consecuencias clínicas de la inconsistencia del campo fálico, con las que Lacan se encuentra en su práctica. Si el falo fuera un marco completamente consistente, ¿por qué habría sido necesario situar al objeto a más allá de la significación fálica?
Este giro teórico se entrelaza con dos grandes indagaciones en el psicoanálisis:
- El campo de lo femenino, cuya lógica excede la del falo.
- El más allá, que se articula en la medida en que lo femenino conlleva un más allá del falo.
En este sentido, la pluralización del Nombre del Padre no solo redefine la función del significante en la estructuración subjetiva, sino que también abre nuevas vías para comprender la relación del sujeto con el deseo y el goce.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario