En particular, el escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” es uno al que resulta difícil no regresar. Allí se encuentra un alto grado de formalización de la estructura de la praxis analítica, mientras que el grafo permite abordar con rigor la subversión que atraviesa al sujeto.
Además, en ese texto, Lacan plantea una interrogación fundamental sobre las consecuencias que tiene, en el orden simbólico, la pérdida de valor de la tragedia. Se trata de una pregunta acerca de los efectos del desplazamiento del deseo en la constitución del sujeto hablante, pero también de sus implicancias en nuestra práctica, dado que el deseo es su eje central.
Desde esta perspectiva, podría decirse que Lacan da un paso atrás, buscando las causas. Así, se interroga sobre las consecuencias del declive de la función del Padre. ¿Deberíamos asumir sin más esta caída, o preguntarnos de qué manera ha mutado el semblante? Pues sin ese semblante, la operación anudante del Padre no puede llevarse a cabo.
Se dice con frecuencia que el Nombre del Padre ha declinado, pero ¿qué ocurre con el Deseo de la Madre? Este punto siempre me ha resultado llamativo, ya que Lacan pone en cuestión el entramado edípico, lo que nos permite interrogar el semblante, pero nunca renuncia a la función anudante de la castración.
Si seguimos esta lógica, ¿estaríamos hablando de un declive de lo edípico? ¿Y esto dejaría en su lugar a la castración en su función de nudo? Tal como lo plantea en otro texto no menos relevante: “La significación del falo”. Tal vez, entonces, sea necesario retomar la cuestión de qué entiende Lacan por el Nombre del Padre, siempre diferenciado del mero hecho biológico de la procreación.
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