En el Seminario 5, Lacan nos ofrece una lectura minuciosa del texto freudiano “Un niño es pegado”, no solo para esclarecer la estructura de esa fantasía, sino también para desplegar una elaboración más amplia sobre la vida fantasmática del sujeto. ¿Cuál es el valor de lo que Freud formula allí?
Podemos situar ese texto como un punto de llegada en la interrogación freudiana sobre lo económico en el sujeto. En él, Freud logra precisar una constante en la estructura de la fantasía inconsciente, al tiempo que introduce el valor estructurante de la gramática. Esto implica que tanto la neurosis como la perversión se sostienen en un entramado significante, es decir, en una ficción. Y como toda ficción, opera como velo, como recubrimiento de lo que no puede ser plenamente simbolizado.
Desde allí, Lacan retoma la tesis según la cual el significante es la causa material del inconsciente, lo que justifica su referencia a la represión como pilar del aparato psíquico en Freud. No es casual que los textos La represión y Lo inconsciente estén no solo cronológicamente vinculados, sino también lógicamente articulados. En este marco, es necesario afirmar que la represión en Freud —leída por Lacan— es de significante: es el significante mismo lo que se reprime, y no un contenido cualquiera.
Es precisamente en esa articulación entre fantasma y pulsión donde la demanda se vuelve exigencia —no de un sujeto, sino del lenguaje mismo. Por eso, la fórmula de la pulsión implica una acefalía del sujeto: no hay “alguien” que desea o que exige, sino una estructura que funciona por su cuenta, una automatización del deseo.
De este modo, los ejes de esta construcción se hacen visibles:
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Significante y exigencia: coordenadas que marcan una orientación clínica y estructural.
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Un límite: lo no reconocible, lo no simbolizable, lo no investible.Este límite, que luego Lacan tematizará como litoral, es el que justifica la necesidad de la construcción en psicoanálisis, más allá de la interpretación como simple escansión o puntuación significante.
En suma, el abordaje de Lacan sobre el texto freudiano no solo restituye el valor clínico del fantasma, sino que abre una vía hacia una economía política del goce, donde el sujeto ya no es dueño ni de su deseo ni de su demanda, y donde el analista deberá orientarse por las marcas de lo imposible.
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