Partiendo de la preexistencia del campo del lenguaje, cabe preguntarse cómo se constituye el orden simbólico para un sujeto. Esta formulación permite sortear una dificultad frecuente en los inicios, cuando el orden simbólico tiende a ser confundido con el lenguaje mismo. El tránsito del primer al segundo aforismo lacaniano sobre el inconsciente apunta precisamente a esta cuestión: el pasaje de la estructura al discurso.
En este desplazamiento se ubica la función del Padre, ya introducida por Freud y reformulada por Lacan a partir de un concepto central en su enseñanza: el significante. Su primera formulación aparece en el Seminario 3, dedicado a las psicosis, donde Lacan habla del significante “Ser Padre”. Con esta denominación, subraya que no se trata del progenitor biológico, diferenciando al padre como figura familiar del Padre como operador en el complejo. Es este último el que interesa al psicoanálisis, en tanto deja marcas determinantes en la constitución subjetiva.
El significante “Ser Padre” se define por su función: es la vía principal que organiza la sexualidad. De allí que pueda hablarse de normativización, no como adaptación a una “normalidad” previa, sino como efecto de la incidencia de la norma. Tal vía no excluye desvíos, pero constituye el recorrido que permite al hablante acceder, mediante la identificación, a una posición sexuada allí donde no hay identidad preestablecida. De este modo, habilita la posibilidad de responder a un partenaire sin que ello implique vicisitudes excesivas, cuya medida, por supuesto, no puede establecerse de forma universal.
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