viernes, 19 de septiembre de 2025

Abstinencia y transferencia: el lugar que el analista no ocupa

 La pregunta por qué demanda no responde el analista en la transferencia es decisiva. Es evidente que un analista responde a múltiples demandas, pero hay una que no debe ocupar: la de encarnar el Ideal que el analizante le dirige.

En este rehusarse, el analista se abstiene, y esta abstinencia funciona como contraparte de la asociación libre del lado del analizante. Conviene precisar que neutralidad no equivale a abstinencia. Desde el deseo del analista, no hay neutralidad posible: ese deseo no es puro, sino que apunta a establecer la mayor distancia entre el Ideal y la posición del objeto a.

De allí que la abstinencia analítica se refuerce, no como un “no responder” absoluto, sino como un no ocupar ese lugar tentador que se le demanda. Abstenerse, en este sentido, implica una puntuación dialéctica, una escansión que interroga el sentido y su articulación con el deseo como deseo del Otro. Es la operación significante que, al equivocarse, rompe la consistencia de lo fijo y abre la posibilidad de una rectificación subjetiva.

Por eso la intervención analítica no confirma ni desmiente: hace jugar el intervalo entre la posición que el analista asume y el lugar en que el analizante lo espera. Ese intervalo habilita el trabajo sobre el otro intervalo, el que queda habitado por los fantasmas, allí donde se accede al modo en que el sujeto responde al deseo del Otro.

En todo esto, el factor temporal es decisivo. Afecta tanto al tiempo de las intervenciones del analista como a los rodeos que el analizante requiere para llegar, primero, al instante de ver, y después, al momento de concluir.

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