miércoles, 24 de septiembre de 2025

El Fenómeno Psicosomático: cuando el cuerpo habla lo que no pudo decirse

 El fenómeno psicosomático se presenta como una manifestación en el cuerpo de un exceso pulsional que no logra enlazarse a una representación psíquica, es decir, carece de envoltura fantasmática. Al no poder traducirse en palabras, esta energía pulsional se descarga directamente sobre un órgano, afectándolo y lastimándolo.

En este punto se encuentra el límite de la medicina: el órgano afectado —respiratorio, digestivo, dérmico, entre otros— no presenta una patología orgánica que justifique el padecimiento. Es por ello que con frecuencia, frente a cuadros como asma, úlcera, psoriasis o vitíligo, los médicos terminan derivando al paciente a la consulta psicológica.

Sin embargo, lo que se constata en el ámbito clínico es que el paciente que sufre un fenómeno psicosomático suele acudir a tratamiento buscando la resolución inmediata de su malestar, esperando que el psicólogo “le saque” aquello que lo aqueja. El problema radica en que, al estar fuera del campo de la palabra, el sujeto no logra formular preguntas sobre su padecimiento ni producir asociaciones que lo historizen.

La raíz del fenómeno psicosomático está en un eclipse del sujeto. Allí donde debería sostenerse la función de interrogar la demanda del Otro —“¿qué quiere de mí?, ¿no será otra cosa lo que me pide?”—, el sujeto se ofrece pasivamente a taponar la falta del Otro. Este sometimiento implica borrar la pregunta constitutiva de su subjetividad, y el costo que paga es altísimo: su cuerpo queda marcado en carne viva.

El órgano dañado se convierte así en el testimonio directo de lo que no pudo simbolizarse de la castración, ni la del Otro ni la propia. La pulsión, desligada del marco de la fantasía y del entramado significante, irrumpe con violencia, como un “terrorista” que ataca al órgano sin mediación alguna. Es la pulsión de muerte desatada, sin el contrapeso del Eros.

Desde la clínica, el fenómeno psicosomático plantea un desafío comparable al del pasaje al acto. Tal como Lacan lo expresara en el Seminario 10 al preguntar cómo “hacer entrar al elefante salvaje en el cercado”, aquí la interrogación se desplaza a cómo hacer entrar el fenómeno psicosomático en el marco transferencial.

En este punto, la interpretación clásica se ve impedida: no hay una trama simbólica que descifrar. El analista debe entonces operar de manera preliminar, intentando transformar la mostración del órgano afectado en representación psíquica. Invita al paciente a contar en lugar de mostrar, sosteniendo la posición de un no-saber frente a lo que el paciente trae.

A diferencia de los casos en que el síntoma se articula al Sujeto Supuesto Saber, en el fenómeno psicosomático el analista construye hipótesis, historiza con el paciente los momentos de su vida y lo va acercando, con suma delicadeza, a la idea de que él mismo está implicado en aquello de lo que sufre. Solo de este modo se abre la posibilidad de reintegrar lo vivido en el cuerpo al campo de la palabra, habilitando una elaboración que restituya la función del sujeto.

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