En el Seminario La angustia, Lacan desarrolla un detallado trabajo sobre el lugar y la función de la significación fálica, valiéndose de una serie de esquemas que la sitúan en relación con el agujero, como respuesta a él. Para ello recurre a figuras como jarrones y objetos semejantes, articulados con sus imágenes producidas en juegos de espejos.
A partir de esta operación, Lacan aborda el cuerpo en su doble vertiente: la imagen que lo sostiene y lo excedente respecto de esa imagen. El agujero de la boca del jarrón, lugar donde se inscribe el menos phi (-φ), indica la función estructurante de ese vacío en la posición del sujeto. El menos phi aparece así con un valor instrumental: sin su operación, el sujeto no podría sostenerse en la escena fantasmática.
Este seminario resulta gráfico en cuanto a lo que el menos phi habilita en el devenir subjetivo. El sujeto, definido como evanescente, supuesto y dividido, se constituye a partir de esa barradura, que implica siempre una relación a la muerte como límite. Y este límite, lejos de ser pura negatividad, conlleva una tramitación simbólica.
El concepto de límite —matemático— se enlaza con el de campo, mediante el cual Lacan ubica la estructura de la angustia. El límite es índice de una simbolización: lo imposible de escribir de la muerte, lo indecible, encuentra una vía de formalización mediante una función que litoraliza.
Hablar de vacío supone siempre hablar de lo simbólico, puesto que es el significante el que delimita, en las vacilaciones del sentido, la consistencia de ese vacío. Esta operación se localiza en el cuerpo: la imagen especular. El matema que, en el grafo, escribe esa localización es i(a): el paréntesis señala el corte significante, mientras que la a en su interior designa la delimitación simbólica de un agujero real. Es ese agujero lo que queda habitado por el fantasma, ya en el nivel de una gramática.
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