martes, 16 de septiembre de 2025

Flores alpinas para Freud

Es un hecho que las flores han sido parte importante de la vida de Freud.

Las flores se hacen presentes en sus sueños, en sus escritos y en sus cartas. Ellas dan pie a estudios de botánica, son metáforas, empujan viajes, son motivo de encuentro, o de celebración. En las películas caseras de Freud, las flores son telón de fondo y protagonistas. En su casa de Londres, inundan el jardín que se continúa en su despacho.
Un recuerdo encubridor nos trae al diente de león y a su color amarillo como nexo con la sexualidad y los años infantiles.
Y de todas las flores, serán privilegiadas las alpinas; algunas veces las amarillas, otras veces las encarnadas.
Próximos al cumpleaños ochenta de Freud, los profesores del Instituto Psicoanalítico de Viena buscaban la forma de agasajarlo. Los implicados en el debate aceptan la sugerencia de, entre todos los regalos posibles, un simple ramo de flores silvestres alpinas. Quiso la casualidad que uno de los confabulados iniciaba un viaje a las montañas. Sobre él recayó la tarea de recogerlas.
El explorador, a su regreso, trajo un precioso ramo de Prímula Aurícula. La flor, amarilla, también es conocida como oreja de oso.
La más joven del grupo, una muchacha de diecisiete años, recibió el encargue de entregar las flores.
Al rato la joven sería sorprendida ante el pedido de Freud de intercambiar unas palabras en su despacho. Los confabulados temen por el veredicto. La joven regresa con la noticia: el agasajado ha vuelto a agradecer el regalo, insistiendo en lo mucho que significaban para él aquellas flores.
Richard Sterba recuerda que para ese ochenta cumpleaños la notoriedad de Freud había alcanzado un punto elevado.
También que la noticia del gusto de Freud había afectado la economía de los floristas de vieneses. Estos vendieron, en ese día, todas las existencias de una variedad de anthurium, considerada la favorita del festejado Sigmund.

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