martes, 30 de septiembre de 2025

Repetición, despertar y lo real en la praxis analítica

La praxis analítica no puede reducirse a lo verbalizado ni a lo verbalizable, y la incidencia clínica de la repetición lo demuestra. Por esta vía se vuelve claro que el psicoanálisis no es un idealismo, no se trata de un “Lacan más allá de Hegel”.

Lo que impide reducirlo al idealismo es la irrupción de lo traumático de lo real. Frente a esto, el fantasma —como otras formaciones— cumple la función de resguardar, mantener a distancia, incluso procurar el dormir. La orientación de la cura en Lacan, en cambio, apunta al despertar, a una posición deseante.

Este despertar, sin embargo, no se da sin sobresaltos: conlleva angustia, incertidumbre, y confronta al sujeto con los límites del deseo y con la falta de completitud del Otro. En Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis se encuentra con claridad esta orientación: la clínica lacaniana sitúa en lo real su tope lógico, su impasse.

Si aquello que hace de tope no puede tramitarse en el significante, ¿cómo se trabaja en la práctica? La escucha analítica abre un lugar de encuentro, posible en la medida en que se renuncia a la búsqueda de sentido (aunque Lacan, hacia el final de su enseñanza, retome esta idea bajo nuevas coordenadas).

En esta perspectiva, los velos fantasmáticos funcionan como dispositivos de adormecimiento. Pero en momentos contingentes pueden desgarrarse, dejando entrever la rajadura por donde lo real se filtra.

Lo propio de la repetición analítica es justamente esta articulación con lo real. Primero en relación con la pulsión, y luego, de manera más general, con el campo de la satisfacción. Es desde ahí que Lacan enfatiza la distancia irreductible entre transferencia y repetición, marcando que lo real comparece más allá del retorno de los signos.

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