Lo imposible, lo irrepresentable y el acto analítico en condiciones de excepción
Una catástrofe, en su dimensión más radical, no solo arrasa con objetos, cuerpos o estructuras visibles. También produce un cortocircuito simbólico, un vacío de sentido, una irrupción de lo real en el campo del sujeto. En esos momentos, las herramientas habituales de representación —el lenguaje, el ritual, el saber, el tiempo— colapsan. Es entonces cuando la clínica psicoanalítica, si no renuncia a su ética, debe encontrar nuevas formas de operar.
En la enseñanza de Lacan, lo real no es lo empírico, ni lo material, ni lo tangible. Lo real es aquello que no puede ser simbolizado, que escapa a la red de significantes, que retorna siempre en el mismo lugar. Es lo imposible: no porque no ocurra, sino porque no encuentra inscripción en el aparato psíquico.
En una catástrofe, el sujeto puede encontrarse con este real de forma abrupta: una imagen que no se olvida, un grito que no cesa, una escena que se repite sin relato. No hay palabras que lo expliquen, ni tiempo que lo procese, ni Otro que lo garantice. La angustia se presenta sin velo.
“Lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar —y ese lugar es el de su exclusión del sentido.” (Lacan, Seminario 11)
En estos contextos, la práctica analítica puede verse empujada a un impasse:
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¿Cómo sostener el encuadre si el mundo colapsa?
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¿Cómo escuchar sin quedar arrasado?
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¿Cómo intervenir sin sustituir al Otro perdido ni ofrecer sentidos cerrados?
El riesgo es doble: caer en la pura empatía asistencial (borrar la especificidad analítica) o en la abstención cínica (retirarse por completo). Ambos extremos desvían al analista de su función: no hacer ni decir por el otro, sino abrir un lugar donde algo pueda comenzar a hablarse.
Lacan distingue entre la palabra vacía (repetición, discurso automático) y la palabra plena, que implica un acto. En situaciones catastróficas, muchas veces lo único que puede acontecer es eso: una palabra que no interprete, que no devuelva, sino que resuene como acto de presencia, como señal de que el lazo aún es posible.
A veces, una intervención analítica en medio de la catástrofe puede ser mínima: un "te escucho", un "estás", un "decilo cuando puedas". No como estrategia contenedora, sino como soporte para que el sujeto, si puede, se posicione ante lo que le pasa.
“La palabra plena no es aquella que dice todo, sino aquella que, al decir, produce un sujeto.” (Lacan)
El acto analítico no se define por el encuadre tradicional, ni por la interpretación, ni siquiera por la transferencia. En condiciones de excepción (hospitales, refugios, escenas de urgencia), el acto consiste en sostener una posición que no renuncie al deseo del analista, incluso en medio del caos.
Esto implica:
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No responder desde la demanda, sino alojar su dimensión enigmática.
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No reemplazar el lugar del saber, sino soportar su vacío.
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No calmar el dolor, sino abrir un espacio para subjetivarlo.
Ejemplo clínico:
Durante la pandemia, una psicóloga que atiende por videollamada a una médica de terapia intensiva recibe un mensaje: “Hoy no quiero hablar de mí, solo quiero saber si me escucha alguien que no me pida nada”. El analista no interpreta, no consuela, no diagnostica. Sostiene el silencio y responde: “Sí, estoy acá”. Esa presencia sin exigencia permite que, luego, algo de lo vivido comience a articularse en palabras.
Uno de los aprendizajes fundamentales en contextos catastróficos es que no todo debe ser interpretado. Hay momentos donde la palabra no puede aún organizar lo vivido. Pretender hacerlo desde el saber del analista puede ser violento, intrusivo, incluso desubjetivante.
El analista, en estas situaciones, debe ser humilde: a veces su función es esperar, sostener el vacío sin taparlo, acompañar sin empujar. El silencio, si es presencia y no abandono, también puede ser analítico.
Esta es, quizás, la pregunta más difícil: ¿puede sostenerse el deseo del analista cuando el mundo arde? ¿Qué sostiene al analista? La respuesta no es técnica, sino ética. Implica asumir que el psicoanálisis no siempre cura, no siempre alivia, no siempre reconstruye. Pero puede alojar lo que no encuentra otro lugar, y eso ya es un acto político.
Bibliografía sugerida
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Lacan, J. (1964). Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.→ Especialmente los conceptos de lo real, el trauma, el acto analítico y la angustia.
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Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en Escritos.→ Para pensar la palabra plena como acto de constitución subjetiva.
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Bleger, J. (1967). Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico.→ Para reflexionar sobre cómo el encuadre se redefine en condiciones excepcionales.
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Recalcati, M. (2010). El hombre sin inconsciente. Buenos Aires: Paidós.→ Aporta ideas sobre el analista como alguien que hospeda lo irrepresentable.
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Dor, J. (2001). Introducción a la lectura de Lacan. Buenos Aires: Paidós.→ Útil para afianzar los conceptos de lo real, el acto y el sujeto desde Lacan.
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