S. Freud descubre que el secreto de la cura en psicoanálisis es el Amor de transferencia. Esta es la condición libidinal necesaria que funda y motoriza la cura.
El armado de la transferencia positiva (de amor sublimado) se convierte -por parte del analista- en la primera meta del tratamiento. (“La transferencia - lección de introducción al psicoanálisis” - S. Freud).
Dice S. Freud: “Lo que define el resultado de cualquier intervención no es la penetración intelectual, sino la relación con el médico. Porque en la medida que su transferencia es de signo positivo, lo reviste de autoridad y presta creencia a sus comunicaciones. Sin esta transferencia, o si esta es negativa, ni siquiera presta oídos a sus intervenciones” - S. Freud
Esta trama transferencial positiva y de amor sublimado es la que le va permitiendo al paciente lograr construir el suelo de la confianza y la atribución de saber, que necesita para hablar de su intimidad, relatar sus inhibiciones, síntomas y angustias, incluso las que le generan vergüenza.
Ahora bien, este amor de transferencia no surge de manera espontánea: es una construcción que conlleva tiempo. Esta es la tarea fundamental del analista, que se ubica entre el arte y la técnica.
¿Cómo construye el analista el amor de transferencia? Dos coordenadas importantes:
1- Estar presente: debido a que la angustia no tiene calendario y puede aparecer más allá del día y horario de la sesión, le haremos saber al paciente que puede llamarnos en otro momento, si así lo necesita.
2- Brindar buen trato: Fernando Ulloa nos recordaba que la palabra “tratamiento” etimológicamente deriva de buen trato. Propone al buen trato, a la empatía y al miramiento como componentes esenciales de la cura.
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