El término “nostalgia” fue creado en 1688 por un médico suizo, Johannes Hofer, en su tesis Dissertatio Medica de Nostalgia, oder Heimwehe (“Disertación médica sobre la nostalgia o mal del país”). Hofer buscaba un nombre científico para describir el “mal del país” (Heimweh, en alemán), un padecimiento frecuente entre soldados o estudiantes suizos desplazados lejos de su hogar.
Etimológicamente, nóstos (νόστος) significa “regreso”, “vuelta al hogar”, mientras que álgos (ἄλγος) se refiere a “dolor”, “sufrimiento”. O literalmente: dolor del retorno o añoranza del hogar.
En su sentido original, la nostalgia era entonces una enfermedad del exilio, un sufrimiento físico y mental provocado por el deseo de regresar al lugar de origen.
La nostalgia, para el psicoanálisis, no es un simple recuerdo melancólico, sino una forma de deseo dirigida hacia lo perdido —o hacia lo imposible. Puede leerse como una modalidad afectiva del deseo de retorno, del goce ausente o del ser que el lenguaje fracturó.
Hay varios psicoanalistas que trabajaron la nostalgia de distintos modos —aunque rara vez como concepto central, suele aparecer articulada a otras nociones (pérdida, duelo, deseo, ideal, tiempo, memoria, etc.).
Freud no utiliza el término “nostalgia” de modo sistemático, pero la idea está implícita en varios textos.
En “Más allá del principio del placer” (1920), el retorno de lo mismo y la compulsión a la repetición pueden leerse como una forma de nostalgia pulsional, un anhelo de retorno a un estado anterior de satisfacción, perdido para siempre.
En “El malestar en la cultura” (1930), el tono nostálgico está presente en la descripción de cómo el hombre, en busca de seguridad y cultura, pierde parte de la felicidad instintiva originaria.
En Freud, entonces, la nostalgia no es un afecto puro sino una forma de la repetición ligada a la pérdida.
Lacan: nostalgia del ser y del goce
Lacan retoma este trasfondo pero lo desplaza. En el Seminario 7, La ética del psicoanálisis, hay una alusión directa a la “nostalgia del ser”: el sujeto, marcado por la falta estructural que inaugura el lenguaje, añora un ser pleno que nunca tuvo. Es la nostalgia de lo imposible, del goce perdido que el significante produce como falta.
Lacan, entonces, da a la nostalgia un estatuto estructural: no se trata de recordar algo vivido, sino de desear lo que nunca fue.
Green trabaja la nostalgia en un registro más clínico y afectivo: En textos como “El discurso vivo” o “La locura privada”, describe la nostalgia del objeto ausente, ligada a las configuraciones melancólicas. Habla de una nostalgia del pensamiento, donde el sujeto busca restablecer una continuidad afectiva y representacional perdida.
En la depresión, el sujeto se encuentra con un “vacío del objeto” que suscita nostalgia pero sin posibilidad de reinscripción simbólica.
Piera Aulagnier y el origen del sí mismo
Aulagnier introduce una noción muy afinada: la nostalgia de la imagen originaria.
Es una nostalgia del sí mismo anterior a la palabra, una marca estructural del ingreso al discurso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario