jueves, 9 de octubre de 2025

La incidencia del número en la clínica

 La incidencia del número en la clínica, desde el campo del psicoanálisis, puede articularse si lo pensamos desde la lógica del significante, el cuerpo pulsional y la economía del goce.

Podemos pensar "al número" en tres niveles: 

(1) el número como forma del significante

(2) el erotismo intrasomático como figura freudiana del cuerpo pulsional, y 

(3) su posible articulación en la clínica.

1. El número en psicoanálisis: entre significante y goce

a. El número como significante puro

Para Lacan, el número es una forma pura del significante: “El número no significa nada, sino que hace existir la serie.

Es decir, el número no remite a un objeto, sino a la diferencia, a la ordenación simbólica.
El número, en su carácter repetitivo y contable, introduce la lógica del Uno, el Uno que se repite — fundamento del goce como consistencia del Uno (“el Uno solo” del goce).

Así, el número puede pensarse como una operación simbólica de inscripción: contar es marcar un límite, recortar una unidad donde antes había flujo. Por eso, la numeración tiene un parentesco con el nombre, con el acto de dar consistencia simbólica al cuerpo o a un fragmento de goce.

b. El número y la cuantificación del goce

Freud ya introduce el número al hablar de “economía libidinal” (en el Proyecto de Psicología y en los textos metapsicológicos): hay cantidades de energía (Qη), descargas, acumulaciones, equivalencias.
Más adelante, el principio de placer y el principio de realidad operan como reguladores cuantitativos del displacer.

Lacan retoma esto: el número entra allí donde el goce tiende a hacerse medible.
La contabilidad del número equivale al intento del sujeto de inscribir un goce que, en sí, es ilimitado.
De allí la fascinación por las cifras, los pesos, las calorías, los pasos, las repeticiones — el intento de poner número al cuerpo.

2. El erotismo intrasomático: Freud y la erogeneidad del cuerpo

Freud, en Tres ensayos sobre la teoría sexual (1905), distingue que la sexualidad infantil se construye a partir de zonas erógenas parciales, cuyo placer no está dirigido al objeto, sino al cuerpo propio.
Ese goce del cuerpo propio, sin mediación del Otro, es lo que algunos autores posteriores (como Piera Aulagnier o André Green) llamaron “erotismo intrasomático”.

Características:
  • Se trata de una autoerotización del cuerpo, no aún sexualizada simbólicamente.

  • No es narcisismo puro: el erotismo intrasomático precede a la imagen del cuerpo, y pertenece a la vivencia somática del placer.

  • Es una forma de goce sin palabra, ligada a las sensaciones internas, a la motilidad, a la pulsación.

  • Su destino es ser ordenado por el significante (por el Otro), que transformará esa vivencia dispersa en deseo.

Freud lo ubica como el primer erotismo: el cuerpo se experimenta como una serie de “puntos de excitación” antes de constituirse como unidad imaginaria.

3. Articulación entre “número” y “erotismo intrasomático”

Cuando el cuerpo no logra ser simbolizado plenamente —cuando el erotismo intrasomático no es traducido al orden del significante— el sujeto puede intentar darle forma simbólica a través del número.

a. El número como defensa frente a lo inasimilable del cuerpo

El número aparece entonces como una barrera simbólica frente al exceso de goce intrasomático:

  • Contar, medir, pesar, ordenar → actos que acotan lo ilimitado del goce corporal.

  • En ciertas neurosis obsesivas o fenómenos psicosomáticos, el número opera como fijación de un goce: un modo de “poner orden” donde el cuerpo desborda.

  • También en cuadros con dismorfofobia o trastornos alimentarios, el número (peso, calorías, medidas) traduce un intento de simbolizar el erotismo del cuerpo en términos cuantificables.

El número como erotización del límite

En otro registro —el histérico o el perverso— el número puede volverse objeto de erotización: la cifra, la cuenta, el límite se vuelven excitantes en sí mismos.
En lugar de contener el goce, el número se erotiza como marca: cada unidad contada es un punto de placer o de dominio sobre el cuerpo.

En ambos casos, el número está al servicio de tramitar el erotismo intrasomático:

  • En la neurosis obsesiva, lo contiene.

  • En la histeria, lo dramatiza.

  • En la psicosis, puede sustituir al Nombre-del-Padre, dando consistencia numérica a lo que carece de nombre simbólico.

El quehacer del analista frente al número
No se trata sólo de detectar el número en el discurso, sino de pensar qué lugar ocupa, qué función cumple y qué posición toma el analista frente a eso. Esta pregunta abre directamente la dimensión de la dirección de la cura, porque el número puede ser —según su función— un síntoma, una defensa o una cifra de goce.

El número, en psicoanálisis, no es una simple referencia cuantitativa; es un significante particular, el significante del Uno, que condensa goce, orden y repetición.

Cuando el número aparece con insistencia (recuento, medida, exactitud, obsesión por fechas, pesos, edades, dinero, calorías, etc.), puede estar operando como:

  1. Sustituto del Nombre-del-Padre, es decir, como intento de anclar lo simbólico donde el significante fálico no está del todo operando.

  2. Defensa frente al exceso del cuerpo, especialmente cuando lo somático o lo pulsional amenaza con desbordar.

  3. Forma de goce mismo, donde el número deja de simbolizar y pasa a gozarse — por ejemplo, en la contabilidad obsesiva o en los rituales de control.


Estructura / registro

Función del número

Posición posible del analista

Neurosis obsesiva

Ordena, regula el goce, intenta dominar el deseo y la contingencia. Es una defensa frente a lo incontrolable.

No confrontar el número de manera directa (“eso no importa”), sino leer su valor simbólico: ¿qué evita? ¿qué intenta sujetar? Interpretar por desplazamiento, apuntando a lo que el número vela.

Histeria

Puede erotizar el número como marca del Otro (“cuánto me quiere”, “cuánto peso”, “cuánto valgo”). El número dramatiza la medida del deseo.

Señalar el lugar desde el cual se mide: “¿Quién cuenta?”, “¿Para quién cuenta?”. Apuntar a que aparezca el sujeto que se cifra en esa medida.

Psicosis

El número puede volverse consistencia simbólica misma, sustituyendo el nombre o el sentido (“todo se organiza en tres”, “soy el número 7”).

No interpretar el número como metáfora. Respetar su valor de anclaje, sostenerlo como punto de consistencia sin desmontarlo violentamente.

Fenómenos psicosomáticos o depresivos

El número aparece como intento de dar consistencia a un cuerpo desvitalizado (“me peso”, “controlo el azúcar”).

Operar para que el número deje de ser pura cifra y vuelva a inscribirse en la cadena significante: que el sujeto pueda hablar del cuerpo, no sólo medirlo.


¿Qué hace el analista?

a. Escucha su posición en el discursoEl analista no se detiene en “qué número dice”, sino en cómo aparece¿Es insistente, ritualizado, angustiado, exhibido, fóbico? ¿Se presenta como certeza o como pregunta? ¿Viene a reemplazar una palabra o a evitar un vacío? Lo esencial es detectar si el número está al servicio del control (defensa), al servicio del goce (síntoma), o al servicio de un anclaje simbólico (consistencia mínima del sujeto).

b. No se confronta el número directamente. Interpretar “el número” no es decirle al paciente “eso no tiene importancia” o “usted está controlando demasiado”, sino hacerle oír su función:

“¿Por qué justo ese número?”
“¿De quién es esa cuenta?”
“¿Qué pasaría si dejara de contar?”

Así, se desplaza el número de su lugar de certeza para abrir la dimensión del deseo.

c. Se apunta al “Uno de goce” Lacan enseña que el número Uno es el soporte del goce del significante.

Entonces, el trabajo analítico no consiste en quitar el Uno, sino en hacer oír su goce: que el sujeto advierta que ese Uno que cuenta (el kilo, el día, la edad, la deuda) es el modo en que su goce se cifra.

Cuando el sujeto puede reconocer el “Uno que goza” (su propio Uno), el número deja de ser un imperativo externo y se reinscribe en la cadena simbólica.

Ejemplo clínico breve. Una paciente histérica contaba constantemente los kilos: “Peso 82, tengo que llegar a 65.” Cuando se le pregunta qué pasaba a los 65, responde: “Fue cuando me enamoré la última vez.”

El número 65 no era una cifra cualquiera: era la cifra de un encuentro con el deseo.
La intervención analítica no apunta al control del peso, sino a hacer aparecer el significante del amor bajo la cifra.

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