miércoles, 1 de octubre de 2025

La esquizia del sujeto: entre lo visual y la mirada

Lacan introduce el término esquizia para designar un modo particular de la división subjetiva, resonando con cierta terminología psiquiátrica pero adquiriendo en su elaboración un alcance estructural. Puede pensarse en dos planos diferenciados: por un lado, la esquizia subjetiva en el nivel fenoménico, esto es, su manifestación clínica como experiencia de escisión; por otro, la esquizia estructural, que se juega en el hiato entre lo visual y la mirada.

Este planteo se desarrolla en el contexto de la construcción de la noción de fantasma, que Lacan llevará más tarde al estatuto de escritura. La discrepancia entre lo visual y lo escópico se muestra solidaria de la distancia entre el espejo y el cuadro, tal como ya se esbozaba en La angustia. En este sentido, puede observarse la continuidad conceptual entre el seminario 10 y Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, más allá de la estricta secuencia cronológica.

La esquizia se articula también con la distancia entre lo visible y lo invisible, lo representable y lo que escapa a toda representación. Allí interviene el menos phi (–φ) como operador de deslinde: delimita lo investible de lo que no puede representarse, función que supone la operatoria de la metáfora paterna, es decir, el dispositivo edípico en su lógica ternaria (DM, NP e I). Este entramado constituye la trama del semblante, aquello que no sólo vela sino también viste, otorgando consistencia al campo perceptivo.

No obstante, la pulsión precede a la entrada en lo especular. El ojo pertenece a la geometría del espejo, al campo de lo imaginario, mientras que la mirada exige otra superficie: no la del espejo, sino la del cuadro. El espacio pictórico introduce un vacío, un punto ciego que hace lugar al sujeto como falta. De este modo, la esquizia entre ver y ser visto se constituye en una vía de acceso al real que se articula en la experiencia escópica.

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