jueves, 16 de octubre de 2025

La separación: del corte a la pregunta por el deseo del Otro

La separación, como segunda operación lógica en la causación del sujeto, no sólo implica su advenimiento sino también la puesta en juego de la causa del deseo.
Esta operación puede escribirse en términos de intersección, o de producto entre los campos del sujeto y del Otro, lo cual nos lleva a interrogar aquello que les es común.

Como operación, la separación evoca el corte y lo que de allí se desprende o precipita.
Se trata de una superposición de faltas: a la primera, vinculada al significante que otorga al sujeto su ser, se suma una segunda, ligada al deseo del Otro.

El sujeto se separa en la medida en que, al dirigirse al Otro en busca de respuesta —como quien consulta un oráculo—, se encuentra con una pregunta: la que indica precisamente la falta en que consiste el deseo del Otro.
No sólo “¿qué desea?”, sino también “Che vuoi?”, esto es, “¿de qué modo quedo yo concernido allí, como objeto?”.

El niño capta rápidamente esta dimensión a partir de las vacilaciones del discurso del Otro: en sus tropiezos, en los lugares donde el saber se interrumpe o el sentido se desarma.
Allí se instala el enigma, que da consistencia al lazo entre el sujeto y la pregunta.

La separación es entonces correlativa de la constitución de un enigma, el del deseo del Otro, que superpone su falta a la del sujeto.
Y es retroactivamente que esta falta primera se vuelve operativa, a partir del valor que la pregunta le confiere: una pregunta que aloja, que introduce la posibilidad misma de la pérdida.

Ese pasaje —de la falta a la pérdida— abre el campo del deseo y se cifra en una interrogación fundamental:

“¿Puedes perderme?”

Con esta pregunta se inaugura el espacio donde el sujeto puede alojarse como tal, entre la falta que lo funda y la pérdida que lo separa.

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