miércoles, 5 de noviembre de 2025

Unidad III – Clínica y dispositivos en contextos de catástrofe

 1. El encuadre en situaciones de urgencia

¿Cómo se sostiene la práctica analítica cuando el dispositivo tradicional se resquebraja?

En contextos de catástrofe, las coordenadas clínicas que habitualmente sostienen el acto analítico se ven sacudidas: tiempo, espacio, honorarios, silencio, transferencia, estabilidad institucional. La urgencia —ya sea sanitaria, social o política— impone condiciones que parecen incompatibles con el dispositivo clásico. ¿Qué se sostiene entonces como “encuadre” cuando todo tiembla?

1.1. El encuadre clásico como función

En la clínica habitual, el encuadre no es solo una estructura externa o un conjunto de reglas. Es una función simbólica, una “tercera instancia” entre el analista y el analizante que permite:

  • La instalación del tiempo lógico.

  • La producción de transferencia.

  • La posibilidad de hacer operar el inconsciente.

Ese encuadre incluye elementos formales (frecuencia, duración, pago, lugar, horarios), pero también aspectos estructurales: la posición del analista, el manejo del silencio, la abstinencia, el respeto por la demanda.

1.2. La urgencia como ruptura de lo simbólico

En situaciones de urgencia, estos elementos se alteran. El paciente no llega “a consultar”: llega en estado de shock, de desborde, de pérdida. La palabra no organiza, no se dirige aún a un Otro suposicionado al saber, sino que muchas veces aparece como descarga, como eco, como grito.

La urgencia rompe la posibilidad de instalación de un tiempo subjetivo. El sujeto no está “ahí para hablar de sí”, sino que está “siendo hablado” por un acontecimiento que no alcanza a procesar.

La urgencia no es una estructura, es una irrupción de lo real en la escena analítica.
(Claude Le Guen)

 1.3. ¿Qué se puede sostener del encuadre en la urgencia?

Lo que se pone en juego en estos casos no es si el encuadre se mantiene o se pierde, sino qué función simbólica puede sostenerse aún en el caos.

a) La función del lugar

Aunque el consultorio no esté disponible (ej. atención en refugios, hospitales, por teléfono), el analista puede encarnar una función de borde: ofrecer un tiempo, un ritmo, una escucha no invasiva. A veces, el simple acto de decir “esto puede repetirse” crea una diferencia clínica fundamental.

b) La función del silencio

Incluso en medio del desborde, el silencio del analista no es pasividad. Puede funcionar como un vacío estructurante que interrumpe la lógica del acting o la compulsión al relato. Sostener el silencio como acto en medio del ruido puede ser profundamente transformador.

c) La función del corte

Aun sin frecuencia establecida, el corte (del tiempo, de la sesión, del vínculo) permite marcar la diferencia entre un “estar ahí” asistencial y un acto clínico con dirección. En contextos de catástrofe, marcar un inicio y un fin ayuda a construir una temporalidad subjetiva.

d) La función del Otro no-todo

El analista en urgencia no es un experto que cura ni un sostén omnipotente. Es alguien que se deja afectar sin identificarse, que aloja sin capturar, que se abstiene de ofrecer un sentido pleno. Esto, a veces, puede salvar algo del sujeto.

1.4. La paradoja clínica: intervenir sin apresurar

En urgencia, la tentación es actuar rápido, contener, ofrecer respuestas. Pero desde el psicoanálisis, lo urgente no exige apuro, sino una posición capaz de esperar, escuchar, alojar lo no dicho.

El sujeto puede soportar más dolor que el analista, si se lo deja hablar.
(Miquel Bassols)

1.5. Ejemplo clínico: borde de encuadre en campo institucional

Durante un temporal severo, una joven madre se presenta espontáneamente en un dispositivo comunitario. Viene con sus dos hijos pequeños, desbordada, sin recursos, repitiendo: “No sé qué hacer, no sé qué hacer”. El analista no puede proponer un tratamiento en ese momento, pero le ofrece un espacio cada martes, a la misma hora, para “venir a decir lo que quiera, aunque sea lo mismo”. La mujer acepta. Durante semanas repite casi idénticamente la misma frase. Recién al segundo mes aparece un recuerdo: su padre la repetía ante cada decisión difícil.

Ese acto simple de repetición de un marco mínimo, sin urgencia de intervención, hizo posible que un real comenzara a ser simbolizado.

Bibliografía sugerida

  • Le Guen, C. (2004). El psicoanálisis frente a la urgencia. Buenos Aires: Tres Haches.
    → Texto central sobre la diferencia entre urgencia subjetiva y urgencia asistencial.

  • Bleger, J. (1967). Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico.
    → Fundacional para pensar el encuadre como estructura y no como regla.

  • Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en Escritos.
    → Para comprender cómo la palabra, el silencio y la presencia del analista pueden operar aun sin dispositivo tradicional.

  • Fain, M. (2009). Clínica de la urgencia subjetiva. Buenos Aires: Letra Viva.
    → Casos clínicos y reflexiones sobre dispositivos móviles y atención en crisis.

2. Escucha analítica en intervenciones breves o en crisis

¿Es posible una escucha analítica cuando no hay proceso?

La intervención analítica, tal como fue pensada en la tradición freudiana y lacaniana, supone una temporalidad extendida, un dispositivo estable, un sujeto capaz de asociar libremente y un analista que se abstiene de interpretar desde el saber. Sin embargo, en contextos de catástrofe o urgencia, estas condiciones no siempre están presentes.

A pesar de ello —o precisamente por ello— puede haber acto analítico incluso en el instante, si se sostiene una escucha específica, orientada por el deseo del analista y por una ética que respete la singularidad subjetiva.

2.1. ¿Qué define a una intervención analítica breve?

No se trata de reducir el análisis a sesiones únicas o rápidas, sino de reconocer que hay momentos donde una sola intervención puede tener un efecto estructurante, si se sostiene una posición analítica.

Características de estas intervenciones:
  • Brevedad temporal, pero no superficialidad estructural.

  • Ocurren en contextos donde la continuidad no está garantizada.

  • El sujeto puede estar en estado de confusión, angustia o pasaje al acto.

  • El analista renuncia a hacer síntoma del saber, para alojar lo que irrumpe.

2.2. La escucha en crisis: una función sin garantías

Escuchar en crisis no es lo mismo que contener ni calmar. Tampoco se trata de esclarecer, aconsejar o interpretar. La escucha analítica en estos casos es una escucha orientada al sujeto y no a la demanda. Es la posibilidad de que algo del sujeto se inscriba, incluso allí donde todo es confusión, repetición o acto.

Se trata de captar la emergencia de un decir, incluso en la opacidad del grito.
(Marie-Christine Laznik)

Lo que implica esta escucha:
  • Escuchar más allá de la queja.

  • No responder al pie de la letra.

  • Introducir un vacío donde todo parece cerrado.

  • Sostener la dimensión de enigma.

2.3. Dispositivo mínimo, efecto máximo

Muchas veces, el analista no cuenta con consultorio, ficha clínica ni historia previa del paciente. Puede atender en pasillos de hospital, por teléfono, en dispositivos móviles, por WhatsApp, incluso de forma anónima. Lo que hace de esa intervención algo analítico no es el contexto ni la técnica, sino la posición que se encarna frente al sujeto.

Ejemplo clínico:

En un centro de evacuados tras una inundación, una adolescente de 15 años se acerca al psicólogo voluntario y dice: “No quiero volver a donde vivíamos. Ya era una mierda antes del agua.” El analista no pregunta por la casa ni ofrece ayuda social. Le dice: “Eso que decís no es solo por el agua, ¿no?”. Ella guarda silencio. A los pocos minutos vuelve y agrega: “Antes de la lluvia, mi tío dormía en la pieza conmigo.” No hay posibilidad de seguimiento, pero ese gesto —que no interroga ni interrumpe, sino que abre espacio a un decir— permite que una verdad comience a buscar forma.

2.4. El tiempo lógico en la urgencia

Lacan distingue entre el tiempo del instante, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Aunque en la urgencia suele dominar el primer tiempo, la intervención analítica busca instalar el segundo, aunque solo sea en germen. No apresura, no cierra, no satura de sentido.

Incluso en una sesión única puede operar un efecto de corte simbólico que interrumpa una cadena repetitiva o un pasaje al acto.

“No se trata de cuánto tiempo dura la sesión, sino de si produce un antes y un después.”
(Santiago Kovadloff)

2.5. No toda palabra es analítica, pero toda palabra puede abrir una vía

La posición analítica en la urgencia no exige silencio absoluto ni sesiones tradicionales. Lo que importa es que la intervención:

  • No clausure lo que se dice con un diagnóstico o sentido cerrado.

  • No convierta al paciente en víctima ni en objeto de compasión.

  • No se posicione en el lugar del saber sobre el dolor del otro.

  • Aloje lo que el sujeto dice como algo que le concierne.

2.6. Riesgos frecuentes en la urgencia

  • Hiperactividad clínica: hacer más de la cuenta, por angustia del analista.

  • Captura en la demanda: responder desde el lugar del auxiliar o del protector.

  • Abuso del saber: interpretar precipitadamente o devolver un sentido cerrado.

  • Neutralización subjetiva: asumir que el sujeto no puede más que repetir o actuar.

El analista debe estar advertido de estos riesgos para no saturar el espacio de decir, sino crear condiciones para que una subjetivación —aunque mínima— sea posible.

Bibliografía sugerida
  • Lacan, J. (1945). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. En Escritos.
    → Fundamental para pensar el tiempo de la intervención en situaciones urgentes.

  • Laznik, M.-C. (1991). Clínica del sujeto en situación límite. Revista Psicología y Psicoanálisis.
    → Desarrolla intervenciones analíticas breves con adolescentes en crisis.

  • Fain, M. (2009). Clínica de la urgencia subjetiva. Buenos Aires: Letra Viva.
    → Casos y reflexiones sobre la escucha en dispositivos no convencionales.

  • Braunstein, N. (1992). Goce: un concepto lacaniano.
    → Aporta herramientas para pensar el goce que se pone en juego en lo inmediato del acto.

3. La función del analista en el campo social: presencia, abstinencia, acto

Cuando el lazo social se ve fracturado por una catástrofe, ya sea natural, sanitaria o político-social, la figura del analista puede emerger como punto de apoyo, pero también como enigma. ¿Qué lugar puede —y debe— ocupar alguien cuya práctica se basa en el silencio, la abstinencia, la transferencia y la palabra, allí donde lo que domina es el ruido, la urgencia, la necesidad y la acción?

Este apartado propone examinar, desde la ética del psicoanálisis, cuál es la función del analista en el campo social en condiciones excepcionales. Se trata de evitar tanto el repliegue autista como la sobreimplicación asistencial, para poder sostener una práctica que, sin dejar de estar encarnada en lo colectivo, se oriente por la singularidad del sujeto.

3.1. El analista como presencia: estar sin invadir

En el campo social, especialmente en contextos de catástrofe, el analista puede operar como una presencia no intrusiva, no instrumental, no educativa. Una presencia que no enseña ni contiene, sino que soporta el desborde sin apresurarse a ordenar lo que aún no puede organizarse.

No se trata de estar en todos lados ni de intervenir todo el tiempo, sino de asumir una presencia simbólica que haga lugar a lo subjetivo. Estar, sí, pero sin tomar el lugar del otro.

La presencia del analista es una forma de hospitalidad sin apropiación.”
(Jacques-Alain Miller)

Esta presencia, en ocasiones, se da incluso sin palabras: en un hospital, en un albergue, en un espacio comunitario. Es una posición que no actúa desde el saber, sino que sostiene la posibilidad de que el sujeto —si quiere, si puede— diga algo suyo.

3.2. Abstinencia: no todo debe ser dicho, no todo debe ser hecho

En condiciones donde abunda la asistencia, la sobreinformación y el activismo clínico, la abstinencia del analista puede parecer una falta de compromiso. Sin embargo, es precisamente esta renuncia a responder a la demanda de sentido lo que permite que el sujeto no quede capturado por el discurso del Otro.

La abstinencia no es pasividad, sino un modo de preservar el lugar del sujeto del inconsciente, evitando que la urgencia lo convierta en objeto de intervención técnica o de compasión.

El analista no actúa desde su saber, sino desde su no saber estructurado.
(Lacan, Seminario 11)

Esta posición implica:

  • No decirle al otro qué hacer.

  • No consolar ni justificar.

  • No diagnosticar a ciegas.

  • No hacer de la escucha un espejo.

En el campo social, esto puede implicar sostener espacios sin finalidad, crear condiciones de enunciación que no prescriban sentidos ni soluciones.

3.3. El acto: una intervención orientada por lo real

La función del analista no se reduce ni a la presencia ni a la abstinencia. Se realiza, sobre todo, en el acto. Y el acto analítico, en contextos de catástrofe, no es necesariamente el de interpretar, sino el de abrir una hiancia en el sentido cerrado del acontecimiento.

El acto puede ser:

  • Un gesto que corta la repetición.

  • Una palabra que no responde, pero orienta.

  • Una pregunta que desacomoda sin herir.

  • Una decisión de sostener un marco en medio del caos.

El acto no es el acto técnico. No responde a protocolos ni a efectos medibles. Su eficacia es retroactiva: se sabrá más tarde si hubo acto allí. En el momento, solo puede sostenerse desde una ética: no la del bien, sino la del deseo.

3.4. Función política del analista: no representar, alojar

En contextos de conmoción colectiva, se espera que muchos actores tomen la palabra en nombre de los demás: funcionarios, médicos, comunicadores, incluso psicólogos. El analista, por el contrario, no habla por el otro. Su función no es representar, sino crear las condiciones para que el sujeto hable por sí mismo.

Esto tiene un valor político claro: en un mundo de discursos unificadores y protocolos de intervención, la escucha analítica preserva la singularidad, aloja la heterogeneidad, permite que lo que no encaja encuentre un lugar.

3.5. Una ética de la no respuesta inmediata

La función del analista en el campo social no es ofrecer soluciones, ni ser guía moral, ni ocupar el lugar del experto. Es, más bien, encarnar una ética del no-todo, que permita que algo del orden del deseo se sostenga incluso donde todo empuja a la alienación, la repetición o el pasaje al acto.

Esto implica:

  • Respetar el tiempo del sujeto.

  • Sostener el vacío como lugar de producción.

  • No cerrar la herida con sentido.

“La intervención del analista no es para cerrar, sino para permitir que el sujeto haga su corte.”
(Colette Soler)

Bibliografía sugerida
  • Lacan, J. (1964). Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
    → Desarrollo del acto analítico, presencia, saber y deseo del analista.

  • Soler, C. (2007). El acto analítico. Buenos Aires: Manantial.
    → Desarrollos contemporáneos sobre la función del analista más allá del consultorio.

  • Miller, J.-A. (1999). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica.
    → Reflexiona sobre la función del analista ante lo real contemporáneo.

  • García, A. (2005). El psicoanálisis y lo social. Eudeba.
    → Aportes sobre la implicancia política y clínica del analista en lo colectivo.

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