miércoles, 5 de noviembre de 2025

Los bordes de la transferencia

 ¿Qué se juega en los Bordes del Amor de Transferencia? ¿Cómo orientan los Bordes del Amor Transferencial al analista?

En los bordes del amor transferencial, el vínculo con el analista puede tornarse intensidad, reclamo o idealización. No se trata de momentos patológicos, sino de zonas de alta tensión donde se actualiza la repetición y se pone en juego la fantasía inconsciente.

Es allí donde el deseo de ser todo para el Otro, o la exigencia de completud, puede amenazar con desbordar el dispositivo analítico, si no es alojado y trabajado desde la transferencia.
 
Frente a eso, el analista no responde desde el Ideal ni el juicio moral. Sostiene una posición fundada en la ética del deseo, capaz de leer la estructura sin quedar capturado por la demanda.

Así, lo que parecía un impasse amoroso puede transformarse en saber sobre la posición del sujeto en su lazo al Otro y abrir una vía de trabajo clínico.
 
¿Por qué el Amor puede volverse un obstáculo en el análisis?
Porque el amor de transferencia, aunque es motor del análisis, repite estructuras inconscientes ligadas al goce, la demanda y la fantasía. Cuando se absolutiza como pasión o exigencia de reconocimiento, puede fijar un impasse. El obstáculo no es el amor en sí, sino su uso como defensa frente a la interpretación.

La intervención analítica consiste en maniobrar allí sin rechazar ni gratificar, sino en leer su lógica y función dentro de la transferencia.
 
¿Qué se pone en juego cuando irrumpe la angustia al inicio de un análisis?
Lejos de ser un obstáculo, la angustia es una señal de que el discurso analítico tocó un punto estructural del sujeto.
Como afecto sin palabra, surge cuando el marco de sentido se desarma y algo de la verdad no simbolizada se aproxima.
En muchos casos, esta angustia se enlaza con las primeras manifestaciones del amor transferencial, cuando el amor se vuelve demanda o exceso, y aparece la imposibilidad de ser todo para el Otro.
 
¡¡Clave Clínica!!
La intervención del analista no es calmar ni explicar, sino sostener el borde sin invadirlo.
Un silencio preciso o un corte respetuoso pueden abrir más que una respuesta tranquilizadora, alojando y orientando la angustia hacia el deseo.
 
¿Qué hacer cuando el paciente exige ser amado o reconocido, y convierte el silencio en reproche?
Esa demanda revela una confusión entre amor y deuda, donde el sujeto espera del analista una reparación imposible. Cada silencio se experimenta como abandono, cada gesto como prueba de amor.
La intervención no consiste en responder, sino en leer la insistencia: ¿A quién se dirige esa exigencia? ¿Qué lugar ocupa el sujeto allí?

Solo así es posible desarticular la demanda como mandato y abrirla a una lógica de deseo.
 
¿Qué función tienen los pasajes al acto en la vida amorosa del analizante?
Frecuentemente, son sustracciones frente a lo insoportable de la demanda amorosa o el vacío relacional. Surgen cuando el sujeto no puede sostener la falta y responde con una acción que interrumpe el vínculo: rupturas abruptas, engaños, silencios o incluso síntomas somáticos.

Interpretar estas acciones como respuestas al exceso de goce o sentido permite transformarlas en claves para la Intervención Clínica, en lugar de condenarlas como fallas del yo.
 
¿Qué se juega entre amor, reconocimiento y tormento superyóico? ¿Cómo debe posicionarse el analista?
Cuando el amor se vive como deber —“debo ser suficiente”, “debo amar bien”— el deseo queda sometido a la lógica superyoica de sacrificio, culpa y sufrimiento.
El sujeto queda atrapado en una demanda imposible: busca reconocimiento para sostener su valor, pero termina alienado y mortificado.

El analista no corrige ni enseña a amar, sino que sostiene la transferencia como campo de lectura, permitiendo que la repetición amorosa se despliegue como estructura, no como verdad literal.

Desde la ética del deseo, aloja la pasión sin identificarse, mantiene el enigma y abre la vía para que el sujeto transforme el sacrificio en elaboración subjetiva.
Así, el amor deja de ser mandato para volverse causa.
  
 ¡¡Clave Clínica!!

La clínica de los bordes del amor transferencial exige una ética del deseo y una técnica precisa. El analista interviene sin responder directamente a la demanda, sin ocupar el lugar del Ideal ni del superyó, y sin enseñar a amar. Aloja la pasión, interpreta su estructura y permite que el amor y la angustia tengan un lugar en el discurso.
 
Esa es la operación analítica por excelencia: crear algo nuevo a partir de lo que se repite.

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