miércoles, 10 de diciembre de 2025

El espejismo de “dar todo” y la caída de la posición masculina

 Es frecuente, en la clínica con hombres, escuchar el reproche de haberlo “dado todo” en una relación sin recibir de la pareja una respuesta equivalente. Sin embargo, cuando un sujeto se sitúa en el lugar de quien lo entregó todo y queda a la espera de que el Otro le devuelva en la misma medida, esa posición ya señala, desde hace tiempo, un corrimiento respecto de la lógica masculina.

En la economía del deseo, la posición masculina no se define únicamente por la referencia al falo como tener, sino, de manera decisiva, por el sostenimiento de la falta como motor. “Dar todo” implica cancelar esa falta, desconocerla, intentar saturar al Otro y, en un mismo movimiento, exigir de él una restitución equivalente. Allí el sujeto se desplaza hacia la lógica de la demanda, hacia una modalidad pasiva marcada por la expectativa de ser colmado.

Renunciar a todo en nombre de la pareja supone investirla en el lugar del Otro, atribuirle un valor fálico, gesto que no deja de tener resonancias edípicas. En esa operación, ella queda elevada a garante de la completud y del valor, mientras el hombre abdica de su función fálica. 

De manera paradójica, en el intento de encarnar al que podría satisfacer por completo la demanda femenina, termina reducido al estatuto de objeto de demanda, atrapado en una ilusión narcisista que buscó clausurar la estructura, siempre abierta, del deseo.

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