viernes, 23 de junio de 2017

El genio de Aladín, ¿un obsesivo?

Tanto el deseo insatisfecho en la histeria, como el deseo imposible de la neurosis obsesiva, son estrategias diferentes para no saber de la falta del Otro, de su castración.


Sinteticemos diciendo que al obsesivo el mundo entero se le vuelve imposible, al hacerse esclavo de un otro al que eleva al lugar del amo `para no saber de sus deseos. Aclaremos: ni de los propios, ni de los del otro -que encarna para el obsesivo del caso el lugar del Otro-. Solo se asegura de ponerse en relación con lo que éste le demanda. De esta forma, nos dice Lacan, degrada el deseo del Otro a su demanda.


Puede ilustrarse maravillosamente esta posición, si se recuerda la famosa historia de “Aladino y la lámpara… maravillosa”. Resumamos: un día se encuentra Aladino con la célebre lámpara, la frota y, como se sabe, aparece el genio. ¡Cuidado! En este caso, ¡El genio es el obsesivo! Préstense atención a sus palabras, las primeras que suelta: Amo, tus deseos son órdenes. Fórmula que nos parece absolutamente adecuada para la posición del obsesivo: el lugar del deseo del Otro, sus órdenes, sus demandas.

La lista interminable que, imaginamos, puede comenzar a diagramar Aladino: billetes, mujeres, festines, viajes -en fin, todo lo que pueda ocurrírsele- puede volver trabajosa, seguramente, la tarea de ser genio, pero, en cualquier caso éste -el genio, el obsesivo- habrá conseguido reducir al campo de la demanda -es decir,  de lo significantizable- el deseo del Otro - S(Ⱥ) - sino con su demanda. Habrá constituido, a su medida, un Otro completo: A. De esta manera, puede desentenderse de la castración del Otro… y de la suya. En fin, como se sabe, no son pocos los obsesivos que se creen genios.

Fuente: Schejtman, Fabian "ELABORACIONES LACANIANAS SOBRE LA NEUROSIS"

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