viernes, 11 de enero de 2019

El disgusto y l desilusión:, camino hacia la posición femenina

La relación del sujeto con el falo se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos. 

Al hablar de significante fálico hablamos de complejo de castración, y aquel es regulador del desarrollo de la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no puede identificarse el tipo ideal de su sexo. 

Vamos a ver las secuelas del penisneid en el inconsciente de la mujer. La etapa fálica para la niña es un tiempo con sus consecuencias. 

¿Por qué la niña se considera a sí misma privada de falo, primero por su madre y luego por el padre? ¿Cuáles son las consecuencias de esto? 
En los dos sexos, la madre es considerada provista de falo. 
La significación de la castración sólo toma su alcance, o sea la formación de síntomas, sólo a partir de su descubrimiento como castración de la madre. 
Se trata de la fase fálica.

Seguiremos el recorrido freudiano para ubicar la primera maduración genital con la dominación imaginaria del atributo fálico y el goce masturbatorio, donde el clítoris es promovido a la función de falo. 

Luego, con la declinación del complejo de Edipo, se da el pasaje del clítoris a la vagina, junto con la caída del penisneid y el pasaje a una posición femenina. 


La posición femenina es una construcción. 


Iremos entonces a recorrer algunos puntos freudianos para avanzar a lo que Lacan nos plantea. 

Para el niño es natural suponer que todos los seres vivos, humanos y animales, tienen un genital parecido al que él posee. Esto se ve bien en el historial de Juanito. 

La niña nota el pene de su hermano o de su compañero de juegos y al confrontarlo con el suyo mas pequeño, cae víctima de la envidia del pene. En ese acto, para la niña, se forma un juicio y una decisión. Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. En este momento, aparece el complejo de masculinidad en la mujer, que sino logra superar pronto, da lugar a grandes dificultades en el desarrollo hacia la feminidad. La esperanza de alguna recibir un pene, para ser igual al varón, puede seguir durante mucho tiempo y convertirse en motivo de acciones incomprensibles hasta la adultez. 

Las consecuencias de la envidia del pene no se agotan en el complejo de masculinidad. Con la admisión de su herida narcisista (porque no lo tiene) se establece en la mujer, como cicatriz -esto se encuentra con frecuencia en la clínica- un sentimiento de inferioridad. “Yo no soy capaz, no tengo condiciones”, etc. Ella intenta justificar la falta de ese pene como un castigo personal y empieza a compartir el menosprecio del varón hacia la niña por no tener. Esta es una forma de sostener la paridad con el varón. 

Otro de los puntos: la envidia del pene no cesa de existir, persiste en el rasgo de los celos. Estos tienen un papel importante en la mujer, porque recibe un refuerzo de la envidia al pene desviada. En la fantasía onanista “pegan a un niño”, en su primera fase, se trata de una fantasía en que otro niño, del que se tiene celos como rival, debe ser golpeado. O sea que el lugar de la rivalidad y los celos está presente en este tiempo. “Pegan a un niño” es un texto freudiano donde ubica la fantasía fundamental en el tiempo de cierre del Edipo y ahí trabaja bastante qué es lo que pasa en la niña. 


Una tercera consecuencia de la envidia del pene es el decaimiento de los vínculos tiernos hacia el objeto madre. La responsabiliza por esa falta del pene: no le dio lo suficiente. 


Otro efecto de la envidia del pene o del descubrimiento de la inferioridad del clítoris, es la impresión de que la niña está más alejada de la masturbación, dice Freud. Pero la niña, al comenzar la envidia del pene, opone una intensa corriente opuesta al onanismo. El conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos, dice Freud, esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino y a encaminarse por nuevas vías al desarrollo de la feminidad. Es un preanuncio de la represión, que en la pubertad eliminará una gran parte de la sexualidad masculina para dejar espacio al desarrollo de la feminidad. Si esta primera oposición al quehacer autoerótico fracasa (o sea, no se reprime(, hará todo lo posible para librarse de la compulsión al onanismo, con las dificultades que esto trae. 


A partir de estos tiempos para la niña, comienza otro momento: la libido de la niña se desliza por la ecuación simbólica pene=hijo, a una nueva posición. Resigna el deseo de pene que la madre no le dio y se dirige al padre como objeto de amor. Se dirige a quien lo tiene. Resigna el deseo de pene por el deseo de un hijo del padre, ahí hace la ecuación. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en el inconsciente y preparan al ser femenino para su posterior papel sexual. 

Lacan va a partir de la primacía del falo. Siguiendo a Freud, nos dice que la niña, igual que el niño, desea en primer lugar a la madre: ser el objeto de deseo para ella, ser el falo para ella. Desde la forma del seno, pasando por las heces, a través de las formas pulsionales hasta el fantasma fálico, la niña se presenta con respecto a la madre en posición masculina. Va a ser necesario cambios de posición para arribar a una posición femenina. 

Aquí Lacan nos habla de “posiciones” en relación a la virilidad o la feminidad. No hay masculino o femenino, sino posiciones. Es la decepción, nos dice Lacan, donde Freud ve el motor de lo que impulsa la entrada de la niña en su posición femenina. A través del disgusto y la desilusión con respecto a esa fase fantasmática fálica, la niña es introducida en el complejo de Edipo. El penisnaid o envidia del pene, o complejo de masculinidad, es la articulación escencial de la mujer en la dialéctica edípica. 

Lacan nos plantea que el penisnaid se puede presentar bajo 3 formas distintas desde la entrada hasta la salida del complejo de Edipo. Nos dice, como Freud, que las articula en la etapa fálica. Los 3 momentos son: 

Hay penisnaid en el sentido del fantasma. Ese anhelo, a veces conservado toda la vida, que el clítoris sea un pene. 
Cuando el penisnaid interviene en cuanto a lo que lo deseado es el pene del padre. Allí está y se dirige en la búsqueda de su posesión. Queda frustrada por la prohibición y por la imposibilidad fisiológica. 
Sigue evolucionando, cuando surge el fantasma de tener un niño del padre, es decir, gracias a las equivalencias simbólicas tener ese pene bajo una forma simbólica. 

Lacan nos dice que el deseo de una mujer es significado, precisamente, por lo que le falta: el falo. En relación a este punto, quisiera leerles de “la significación del falo…”: Es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo. Primero, en estructuración dinámica de los síntomas, en el sentido analítico del término. Queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis. O sea, lo coloca para las 3 estructuras. Segundo, en una regulación del desarrollo que da su razón su primer papel, a saber, la instalación en el sujeto de una posición inconsciente, sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responderse en graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual. E incluso, a escoger con justeza las del niño que es procreado en ellas. O sea, que por un lado, sin esta instalación de esta posición del sujeto inconsciente, en relación al complejo de castración y al falo, no podría ideantificarse con el tipo ideal de su sexo. Entonces, no podría responder sin graves vicisitudes al partenaire en el acto sexual… Y por otro lado, ¿qué lugar tiene el niño procreado en ella? 

Continúo con el texto: Aquí hay una antinomia interna en la asunción por el hombre de su sexo. Dice Lacan: ¿Por qué no debe asumir sus atributos sino a través de una amenaza, incluso bajo el aspecto de una privación? Es sabido que Freud, en “El malestar en la cultura”, llegó hasta sugerir un arreglo no contingente, sino esencial de la sexualidad humana y que uno de sus últimos artículos se refiere a la irreductibilidad a todo análisis finito de las secuelas que resultan del complejo de castración en el inconsciente masculino y del penisnaid en el inconsciente de la mujer. 

Un poco más adelante dice, en relación a la mujer, que por qué por un lado la niña se considera a sí misma, aunque fuera por un momento como castrada en cuanto a que este término quiere decir privada del falo y por la operación de alguien el cual es en primer lugar su madre, punto importante y luego su padre. ¿Ven cómo sigue el recorrido freudiano? 

Segundo, de por qué más primordialmente en los 2 sexos, la madre es considerada como provista de falo. O sea, como madre fálica. 

Y el tercer punto, de por qué correlativamente la significación de la castración no toma de hecho, clínicamente manifiesto, su alcance eficiente en cuanto a la formación de los síntomas sino a partir de su descubrimiento como castración de la madre. 

Y cuarto, estos 3 problemas culminan en la cuestión de la razón en el desarrollo de la fase fálica. Es sabido que Freud especifica bajo ese término la primera maduración genital, en cuanto por una parte se caracterizaría por la dominancia imaginaria del atributo fálico y por el goce masturbatorio. Y por otra parte, él localiza ese goce en la mujer en el clítoris, promovido así a la función del falo y que parece excluir así, en los 2 sexos y hasta la terminación de esta fase, es decir, hasta la declinación o caída del complejo de Edipo toda localización instintual de la vagina como lugar de la penetración genital. O sea, Lacan excluye ahí la localización de la vagina hasta ese momento. Hasta aquí el texto de Lacan. 

La sexualidad femenina presenta el límite de la operación fálica, en tanto no puede dar cuenta de todo lo sexuado, o sea, hay algo que el falo no recubre como regulador. Por ejemplo, el no apaciguamiento de la mujer con la maternidad, que no puede haber la exacta equivalencia fálica niño=falo. Esto en consecuencia deja al niño como objeto de goce materno.

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