Por Hernando Bernal
Ni Freud ni Lacan eran progresistas. Lacan (1975) decía: “No hay progreso. Lo que se gana de un lado se pierde del otro. Como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos”. Estas palabras evocan las palabras de Pepe Mujica cuando dice: “No compras con plata. Compras con el tiempo de tu vida que gastas para conseguirla”. Él también dice que “Ocupamos el templo con el dios Mercado, él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas de tarjeta la apariencia de felicidad”. En efecto, este es el nombre de la crisis que vivimos en el mundo de hoy: Capitalismo rampante, ese discurso que impera en todo lo que hacemos con esa ilusa idea de que estamos progresando. ¿Progresado hacia dónde? Lo que se observa verdaderamente es que a mayor progreso, más cerca estamos de la autodestrucción. Ya lo dijo también Mujica, que parece lacaniano cada vez que habla del discurso capitalista: “Si aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir”. Y también: “Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro”.
Desde 1973 Lacan ya hablaba de la crisis que se vive hoy. Él había entendido la lógica del capitalismo, por eso su conclusión frente a esa máquina demoledora y demoníaca que no tiene freno fue “somos todos proletarios.” ¿Qué significa esto? Que “hay una precarización general, mundial, de cada uno, que corresponde al desarrollo actual del capitalismo y que él ha entendido hace más de 40 años” (Miller, 2009). Incluso, a pesar del desarrollo de la ciencia y la tecnología, que se suma a esa ilusión efímera de progreso de la humanidad, el malestar de la cultura persiste. Ya lo había también previsto Freud en su texto El malestar en la cultura, texto de una actualidad ominosa. “El malestar sigue, no hay liberación” (Miller, 2009). ¿Qué hacer entonces con esta crisis que anticipa un futuro oscuro, tanático, apocalíptico? Dice Mujica: “Hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la automarginación y autoexclusión”. ¿Nacimos solo para consumir, y no para vivir? “Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro” (Mujica).
¿El psicoanálisis piensa en el futuro? Toda persona se piensa a sí misma en el futuro, no sin angustia, hoy exacerbada frente a esa precarización que produce el discurso capitalista. “Hoy los jóvenes conocen esta angustia. Quizás ellos no pueden decirla, pero tienen esta angustia. Es importante permitir a cada uno acercarse para ver de qué se trata esa angustia” (Miller, 2009). Los jóvenes quisieran un porvenir seguro, pero la máquina capitalista produce una paradoja, como la produce con la ilusa idea de progreso y felicidad al consumir: “cuando el capitalismo trabaja cada día más sobre el tema de la seguridad, la inseguridad aumenta. Y de una cierta manera la infelicidad del capitalismo es que cuando empieza a trabajar sobre un punto para suprimirlo, lo refuerza (…) Y la precariedad aumenta en la medida que aumenta la seguridad, la promesa de seguridad”. (Miller, 2009). Mujica lo dice así: “El hombrecito promedio a veces sueña con vacaciones y libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día el corazón se para y adiós”.
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