Vamos a hacer un recorrido con la metáfora paterna para acercarnos a lo que fue para Lacan abordar cuestiones de estructura.
La metáfora paterna concierne a la función del padre y esta función tiene un lugar amplio en la historia del análisis. Se encuentra en el corazón de la cuestión del Edipo y ahí está presentificado. Freud lo introdujo muy al comienzo de su teoría, en La interpretación de los sueños, inmediatamente después de la muerte de su propio padre, lo que revela que el inconsciente es, de entrada, el complejo de Edipo. Lo importante es la amnesia infantil que afecta a los deseos por la madre y al hecho de que esos deseos sean primordiales. Esto quiere decir, siempre presentes.
Jaques Lacan hizo un gran esfuerzo, a lo largo de su enseñanza, para ubicar a los padres del Edipo más allá del mito: en una lógica. Pensar en una lógica nos ahorra creer que los padecimientos de la infancia pueden explicarse con categorías simples, tal como decir que un niño ha tenido mucha o poca madre y entonces esa es la causa de toda la problemática. Eso es una lectura psicologista y no alcanza, hay que ubicar el lugar de los padres en la estructura, la operación necesaria de los padres para cada tiempo de la infancia.
¿Qué es un padre? El concepto de padre ingresa al psicoanálisis como preocupación en la teoría de Freud. recién fue encontrando un sitio relevante en la enseñanza de Lacan, al darle otro estatuto al complejo de Edipo. Lacan hizo un pasaje del mito a la lógica, hasta llegar a la función nominante del padre. La función nominante no solo reafirma el lugar nombrante del padre, es decir, el dar un nombre a su hijo, sino que el nombre hace de él mismo padre. Esto es, el nombre que le es dado al padre. Un sujeto es padre por ser nombrado como tal, su lugar se hace dependiente del nombre. Al decir "tu eres padre" no solo nombra hijo al hijo que ha tenido con su mujer, sino que también hace que su deseo pierda anonimato. Entonces, hablar de Edipo es hablar de la función del padre.
¿Qué nos interesa respecto al padre en la clínica? Si estaba o no estaba, si viajaba, si se ausentaba, si era proveedor o no. Si se llevaba bien con su mujer, etc. Se podría pensar que algún exceso de presencia del padre generaría todos los males. La imagen de un padre terrorífico era considerado entonces lesional. En la neurosis, sin embargo, se consideró que era más grave cuando era demasiado amable. Entonces, nos dice Lacan, están los padres débiles, sumisos, sometidos, castigados por su mujer, los padres viciados, ciegos, etc.
El padre existe incluso sin estar. El Edipo puede constituírse también cuando el padre no está presente, porque de lo que se trata es del padre como función y de su lugar en la familia. No hay que confundir, dice Lacan, el padre en tanto normativo que el padre en cuanto normal. La normalidad del padre es una cuestión y la de su posición normal en la familia es otra.
Vamos a introducir el papel del padre. Al principio el padre terrible, un padre que interviene en distintos planos. ¿Qué es lo que prohíbe el padre? De entrada, prohíbe a la madre, que en cuanto objeto es suyo y no del niño. Este es el principio del complejo de Edipo, donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto, el padre encargado de representar esta interdicción. A veces se manifiesta de una manera directa, pero su papel está más allá de esto. Lacan nos dice que es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente como lleva a cabo la interdicción con la madre.
Como sabemos, la relación del niño con su madre es, en el mejor de los casos, muy estrecha. El niño se convierte en objeto de satisfacción para esa madre. La interdicción del padre a modo de "¡Basta con ese niño, aquí estoy yo, volvé conmigo!" coloca un límite al goce materno. O sea, a la satifacción. En esta etapa, tanto para el niño como para la niña, se establece una rivalidad con el padre, que por sí misma genera una agresión. El padre es el padre simbólico, aquella posibilidad de producir metáfora. Una metáfora es un significante que viene al lugar de otro significante.
Entonces, ¿de qué se trata la metáfora paterna? De lo que se ha constituido como primordial de una simbolización entre el niño y su madre. O sea, poner al padre como símbolo en el lugar de la madre. Es el padre en el complejod e Edipo. La posición del padre como simbólico no depende del hecho de una serie de acontecimientos como un coito y un alumbramiento. La posición del nombre del padre, la calificación del padre como procreador, es es un asunto en el nivel simbólico.
El deseo de la madre, del gran Otro, tiene un más allá. Para alcanzar este más allá se necesita una mediación, que la da precisamente la posición del padre simbólico. La relación del niño con el falo, que es el significante de la falta, se establece a nivel imaginario porque el niño es el objeto de deseo de la madre. El padre, en la medida que priva a la madre del objeto de su deseo, desempeña un papel escencial. Es en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se plantea, para el sujeto niño, la cuestión de aceptar, de registrar o de rechazar esa privación materna. Cuando el padre entra como privador de la madre, lo que se castra no es el sujeto, sino la madre. Si el niño no franquea ese punto nodal y no acepta la privación de la madre operada por el padre, mantiene una determinada forma de identificación con ese objeto de la madre, el falo. En este nivel, se plantea ser o no ser el falo para ella.
La etapa siguiente del complejo de castración será pasar del tener o no tener. Lo importante no es la relación entre el padre y la madre, sino las relaciones de la madre con la palabra del padre: que la madre fundamente al padre como mediador con lo que está más allá de su ley, la de ella, y la de su capricho: la ley del padre propiamente dicha. O sea, ahí queda el niño con un límite frente al capricho materno. El padre tiene que sacar al niño de la ley de ella. Se trata del padre en tanto nombre del padre, en tanto enunciación de la ley. Es en este nivel que es aceptado o no por el niño como aquel que priva a la madre como objeto de su deseo. El vínculo de la castración con la ley es esencial.
¿Qué es el temor a la castración? El objeto privilegiado del niño es la madre y le está prohibida, entonces la agresividad va dirigida al padre. ¿De qué se trata la amenaza de castración? Se trata de la intervención real del padre con respecto a una amenaza imaginaria. El padre prohibe a la madre y al niño. Teniendo todo esto presente, vamos a ubicar los tiempos del Edipo:
Primer tiempo: Lo que el niño busca, en tanto deseo de deseo es poder satisfacer el deseo de su madre, es decir, ser o no ser el objeto de ella. El sujeto se identifica en espejo con el objeto de deseo de la madre. Es la etapa fálica primitiva. Al estar la primacía del falo, el niño capta que para gustarle a la madre basta y es suficiente con ser el falo. El falo sería el objeto precioso que ella desea. El no poder constituirse como objeto de deseo para ella tiene la problemática de la psicosis. Podemos pensar en el nombre del padre y la inscripción fálica para esa madre, dónde está allí la dificultad.
Segundo tiempo: El padre interviene n calidad de mensaje para la madre: le dice no, mensaje de interdicción. Si no se juega la entrada del padre como interdictor, nos encontramos con la perversión. El padre está como metáfora si y solo si la madre lo convierte cuya sola presencia sanciona la existencia del lugar de la ley.
Tercer tiempo del Edipo: de esta etapa depende la salida del Edipo. El falo, el padre solo demostraba que lo daba en la medida que era portador de la ley. Puede dar o negar porque tiene el falo. El padre interviene, en este tercer tiempo, como el que tiene el falo y no como quien lo es. Por eso, reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre. El padre puede darle a la madre lo que ella desea porque lo tiene e interviene ahí el plano de la potencia. Por eso, la relación de la madre con el padre vuelve al plano real, o sea, al plano genital: un más allá del niño. Si puede establecerse esta relación -que es fecunda- es porque el niño es desalojado de esta posición ideal, donde él y su madre podían satisfacerse. Esto es lo mejor que puede pasarle a al niño: salir de ese lugar. Esta etapa supone, para el niño, aquella identificación con el padre y el título en el bolsillo para ser usado más adelante.
¿Qué quiere decir tener los títulos en el bolsillo? Los títulos para ser hombre, para la virilidad, que todavía el niño no puede poner en juego. Así, el complejo de Edipo, desde el tiempo llamado pre-edípico hasta el final, implica la relación al lugar del padre y es fundamental para ubicar la neurosis, la perversión y la psicosis. Como lo planteamos anteriormente, en la psicosis y en la perversión se juega lo preedípico. En la neurosis, por la posibilidad de la intervención paterna, se pone en juego ese pasaje al padre, que no es sin fallas y eso hace a los síntomas neuróticos.
Para la psicosis, queda forcluído el nombre del padre, no hay inscripción fálica.
Para la perversión, el nombre del padre entró en lo simbólico, pero toda la cuestión se juega con el falo al no darse la intervención paterna.
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