En psicoanálisis, la privación es la ausencia real de un objeto que, según el-sujeto lo entiende, es algo que le debe pertenecer, o que debe pertenecer a aquel a quien él percibe indebidamente despojado de ese objeto.
Si para el psicoanálisis un sentimiento de falta está ligado a todo deseo, esto no significa que toda falta sea real. En contrapartida hay efectivamente a veces falta real. El descubrimiento de la diferencia de los sexos por el niño pasa por el reconocimiento del hecho de que la madre no tiene pene, que está realmente privada de él.
Conviene sin embargo destacar que aun aquí interviene lo simbólico. Para Lacan, que presenta paralelamente castración, frustración y privación, el objeto de la privación es simbólico. Lo real, en efecto, es lo que es. Para que un objeto pueda faltar en lo real, hace falta que esté determinado simbólicamente como algo que debe estar allí presente. Así, un libro no falta en una biblioteca sino en tanto su sitio está previsto, determinado, por ejemplo, en un fichero.
La privación puede ser concebida como uno de los tiempos del Edipo. Si la madre parece apropiarse al principio del niño en lo que se presenta como una relación fusiona!, es necesario empero que sea privada de ello para que aquel pueda acceder a su propio deseo.
Esta privación es atribuida al padre, un padre que no se confunde ni con el padre real ni con el padre simbólico (o Nombre-del-Padre): proviene del padre imaginario.
El padre imaginario es con el que nos encontramos: a él se refiere toda la dialéctica de la agresividad, de las identificaciones, de la idealización. Si Lacan lo llama imaginario, es porque está integrado en la relación imaginaria, que constituye el soporte de las relaciones con el semejante. El padre imaginario es también el padre terrorífico que no tiene una relación alguna con ese que es el padre del niño. Es el que se imagina.
Fuentes:
- Chemama, Roland (1996) "Diccionario de Psicoanálisis". Amorrortu editores. p. 328
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