martes, 31 de marzo de 2020

Peste y culpa

La tragedia griega, Edipo Rey, comienza con una peste. Si hay una peste se considera un castigo por un crimen. Si hay un crimen se busca al culpable. Esta es la posición del ser humano: la disposición a la culpa e interpretar las desgracias como causadas por uno mismo o por alguien. La culpa esta siempre acechando, solo espera la ocasión para expresarse. 

Al dirigirse a Tebas, y antes de encontrarse con Layo Edipo ya estaba huyendo de un oráculo que le decía que iba a matar a su padre. Luego, al vencer a Layo en la encrucijada de caminos, con un valor simbólico descripto por Karl Abraham, su sentimiento de culpa infantil termina hallando una confirmación. Cuando tratamos a un neurótico, tratamos a edipos que se sienten culpables ya desde el final del complejo nuclear de sus neurosis en la infancia. Por eso Garma escribió el artículo: Edipo no es hijo de Layo y Yocasta.


La Biblia comienza con un mito Edípico: ese Dios de quién sólo se escucha la voz, es el padre muerto, el marido de Eva y el padre de Adán. Si analizamos el mito del nacimiento de Eva como salida de una costilla de Adán como un material onírico, podemos fácilmente invertir la situación: es Adán quien nació de Eva y no al revés. Ahí está el pecado original, el incesto y el parricidio. Y casualmente ambos mitos, el griego y el hebreo, continúan con que los hijos de la pareja incestuosa se pelean entre ellos, a muerte.

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