miércoles, 15 de abril de 2020

El masoquismo: pulsión de vida y pulsión de muerte

En entradas pasadas empezamos a plantear el tema de la repetición desde el el texto Freudiano "Más allá del principio del placer" (1920). Freud se fue centrando en las fuentes de excitaciones, es decir, las pulsiones. Las llama, en este texto, representantes de excitaciones internas que se tranfieren al aparato anímico. Coloca una pregunta: ¿De qué modo se entrama lo pulsional en la compulsión de repetición? Nos va a plantear dos pulsiones: las que pretenden conducir la vida o la muerte y las sexuales (que aspiran a repetir la vida y la realiza). Las llama pulsión de vida y pulsión de muerte. 

La compulsión a la repetición nos puso en la pista sobre la pulsión de muerte. hay que asociarlas desde el comienzo mismo con las pulsiones de vida. Pulsión de vida y pulsión de muerte, las dos luchan entre si desde desde los orígenes. Freud dice en la última parte de Más allá del principio del placer:

Hemos discernido como una de las más tempranas e importantes funciones del aparato anímico la de «ligar» las mociones pulsionales que le llegan, sustituir el proceso primario que gobierna en ellas por el proceso secundario, trasmudar su energía de investidura libremente móvil en investidura predominantemente quiescente (tónica).

Ligar es pasar al proceso secundario, tiene que ver con posponer la satisfacción. Recuerden que el proceso primario exige la satisfacción rápida, inmediata. 

En el curso de esta trasposición no es posible advertir el desarrollo de displacer, mas no por ello se deroga el principio de placer. La trasposición acontece más bien al servicio del principio de placer; la ligazón es un acto preparatorio que introduce y asegura el imperio del principio de placer. 

Separemos función y tendencia de manera más tajante que hasta ahora! El principio de placer es entonces una tendencia que está al servicio de una función: la de hacer que el aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto de la excitación." Todavía no podemos decidirnos con certeza por ninguna de estas versiones, pero notamos que la función así definida participaría de la aspiración, más universal de todo lo vivo a volver atrás, hasta el reposo del mundo inorgánico.

O sea, a esta tendencia de volver la excitación a un nivel mínimo. 

Todos hemos experimentado que el máximo placer asequible a nosotros, el del acto sexual, va unido a la momentánea extinción de una excitación extremada. Ahora bien, la ligazón de la moción pulsional sería una función preparatoria destinada a acomodar la excitación para luego tramitarla definitivamente en el placer de descarga.

Aquí Freud va hablando de los mecanismos y el modo en que va trabajando el aparato psíquico.

Dentro de este mismo orden de consideraciones, nos preguntamos si las sensaciones de placer y displacer pueden ser producidas de igual manera por los procesos excitatorios ligados y los no ligados. Pues parece fuera de toda duda que los procesos no ligados, los procesos primarios, provocan sensaciones mucho más intensas en ambos sentidos que los ligados, los del proceso secundario. Además,'los procesos primarios son los más tempranos en el tiempo; al comienzo de la vida anímica no hay otros (...)
También tiene que llamarnos la atención que las pulsiones de vida tengan muchísimo más que ver con nuestra percepción interna; en efecto,'se presentan como revoltosas, sin cesar aportan tensiones cuya tramitación es sentida como placer, mientras que las pulsiones de muerte parecen realizar su trabajo en forma inadvertida.

Lacan va a decir que la pulsión de muerte es muda. La función del aparato psíquico es ligar las mociones pulsionales que le llegan. Freud nos plantea que el aparato psíquico debe sustituir proceso primario por secundario. Ligar prepara y asegura el principio del placer.  

Es a partir de la existencia del concepto de pulsión de muerte que Freud nos plantea un masoquismo primario. Vayamos ahora al texto "El problema económico del masoquismo" (1924), donde Freud avanza con el concepto de pulsión de muerte, lo que Lacan conceptualiza como goce.

En la página 163 (Ed. Amorrortu) hay una nota introductoria de Strachey. Conviene leerlas porque aporta muchos elementos, no solo los particulares de ese texto, sino que tiene una lectura de la obra freudiana muy imprtante; entonces conecta un texto con otro, pudiendo leer los textos en continuidad. Dice Strachey:

(...) tras la introducción de la «pulsión de muerte», se nos dice que «podría haber también un masoquismo primario» (AE, 18, pág. 53), y en la presente obra su existencia se da por cierta," explicándola principalmente sobre la base de la «mezcla» y «desmezcla» de las dos clases de pulsiones —concepto ya examinado en detalle en El yo y el ello {1923b),(...)

Freud muestra que ese masoquismo primario o «erógeno» tiene dos formas derivadas; a una de ellas, que denomina «femenina», ya la había examinado en su trabajo «"Pegan a un niño»; pero la tercera clase de masoquismo, el «masoquismo moral», le permite explayarse sobre muchos puntos que habían sido apenas rozados en El yo y el ello, y plantear nuevos problemas en relación con los sentimientos de culpa y la actividad de la conciencia moral.

Pegan a un niño va a ser un texto del que Lacan va a decir que muestra la estructura del fantasma. Dice Freud:

Desde el punto de vista económico, la existencia de la aspiración masoquista en la vida pulsional de los seres humanos puede con derecho calificarse de enigmática.

Para Freud, el concepto de pulsión es lo más oscuro y enigmático de toda la teoría.

 Nos sentimos tentados de dar al principio de placer el nombre de guardián de nuestra vida, y no sólo de nuestra vida anímica. Pero entonces se plantea la tarea de indagar la relación del principio de placer con las dos variedades de pulsiones que hemos distinguido, las pulsiones de muerte y las pulsiones eróticas (libidinosas) de vida,
(...)
Sólo pudo ser la pulsión de vida, la Ubido, la que de tal modo se conquistó un lugar junto a la pulsión de muerte en la regulación de los procesos vitales.

Este concepto también lo toma Lacan de reguladores.

Volvamos al masoquismo. Se ofrece a nuestra observación en tres figuras: como una condición a la que se sujeta la excitación sexual, como una expresión de la naturaleza femenina y como una norma de la conducta en la vida {behaviour). De acuerdo con ello, es posible distinguir un masoquismo erógeno, uno femenino y uno moral. El primero, el masoquismo erógeno, el placer {gusto} de recibir dolor, se encuentra también en el fundamento de las otras dos formas; han de atribuírsele bases biológicas y constitucionales, y permanece incomprensible si uno no se decide a adoptar ciertos supuestos acerca de constelaciones que son totalmente oscuras. La tercera forma de manifestación del masoquismo, en cierto sentido la más importante, sólo recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento de culpa las más de las veces inconciente. 

Freud va a tomar el masoquismo femenino, que en realidad tiene que ver con una posición, porque se trata del masoquismo en el varón. El masoquismo femenino es un fantasma.

De esta clase de masoquismo en el varón (al que me limito aquí, en razón del material disponible) nos dan suficiente noticia las fantasías de personas masoquistas (y a menudo por eso impotentes), que o desembocan en el acto onanista o figuran por sí solas la satisfacción sexual."

Miren qué interesante lo que ubica como observación de la impotencia. O sea, satisfacen allí con su fantasía la masturbación o la importencia.

Las escenificaciones {Veranstaltung] reales de los perversos masoquistas responden punto por punto a esas fantasías, ya sean ejecutadas como un fin en sí mismas o sirvan para producir la potencia e iniciar el acto sexual. 

O se que primero toma las neurosis; luego las escenificaciones reales de los perversos.

En ambos casos —ya que aquellas no son sino la realización escénica {spielerische} de las fantasías— el contenido manifiesto es el mismo: ser amordazado, atado, golpeado dolorosamente, azotado, maltratado de cualquier modo, sometido a obediencia incondicional, ensuciado, denigrado.
(...)
Pero si se tiene la oportunidad de estudiar casos en que las fantasías masoquistas hayan experimentado un procesamiento particularmente rico, es fácil descubrir que ponen a la persona en una situación característica de la feminidad, va!c decir, significan ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. Por eso he dado a esta form.a de manifestación del masoquismo el nombre de «femenina»

Por eso es que tiene que ver con una posición y no con una diferencia sexual. Puede ser un varón que tenga una posición femenina inconsciente.

(Por lo demás, es raro que los martirios masoquistas cobren un aspecto tan serio como las crueldades —fantaseadas o escenificadas {inszeniert]— del sadismo.) En el contenido manifiesto de las fantasías masoquistas se expresa también un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona afectada ha infringido algo (se lo deja indeterminado) que debe expiarse mediante todos esos procedimientos dolorosos y martirizadores. Esto aparece como una racionalización superficial de los contenidos masoquistas, pero detrás se esconde el nexo con la masturbación infantil. Y por otra parte, este factor, la culpa, nos lleva a la tercera forma, el masoquismo moral.

O sea, que muchas veces está esta fantasía de exponerse a esta posición de recibir maltrato como una expiación de la masturbación infantil. Freud va haciendo una explicación y dice que tiene que ver con la vida pulsional.

Si se retrocede algo más, hasta el supuesto de las dos variedades de pulsiones que consideramos operantes en el ser vivo, se llega a otra derivación, que, empero, no contradice a la anterior. En el ser vivo (pluricelular), la libido se enfrenta con la pulsión de destrucción o de muerte; esta, que impera dentro de él, querría desagregarlo y llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad inorgánica  

Freud va tomando ciertas condiciones biológicas.

La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en buena parte (...) hacia afuera, dirigiéndola hacia los objetos del mundo exterior. Recibe entonces el nombre de pulsión de destrucción, pulsión de apoderamiento, voluntad de poder. Un sector de esta pulsión es puesto directamente al servicio de la función sexual,(...)

Dentro del círculo de ideas del psicoanálisis, no cabe sino este supuesto: se producen una mezcla y una combinación muy vastas, y de proporciones variables, entre las dos clases de pulsión; así, no debemos contar con una pulsión de muerte y una de vida puras, sino sólo con contaminaciones de ellas, de valencias diferentes en cada caso.

Esto es muy importante porque cada subjetividad y estructura clínica toca este punto. ¿Qué cuantum de destrucción está en juego? 

No alcanzamos a colegir la proporción de Ins pulsiones de muerte que se sustraen de ese domeñamiento logrado mediante ligazón a complementos libidinosos.

O sea, ¿cuánto es posible poder ligar? Si pensamos por ejemplo en la estructura de la psicosis, Freud habla allí de desmezcla pulsional. O sea, en esta estructura no está esta regulación entre pulsión de vida y pulsión de muerte. Este punto de la regulación es uno de los objetivos de la cura. Se trata de la regulación del goce, de la posibilidad de hacer pasar el goce al inconsciente, hacińedolo pasar por la cadena significante, que esté en otro campo.

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