Desde hace un tiempo me viene interrogando una cuestión que me resulta cada vez más convocante. Si Lacan le atribuye a la identificación un papel tan preponderante, tan central en la constitución del sujeto, en su advenimiento en el lugar del Otro, ¿cómo es que no la cuenta entre los conceptos fundamentales del psicoanálisis?
A lo largo de su enseñanza la aborda de distintos modos. Parte, desde luego, de la apoyatura freudiana. Freud sitúa, respecto de la identificación, no solo su importancia, sino también su oscuridad. O quizás debiéramos decir, al revés, tal vez sea su oscuridad lo que delinea su importancia. Destaco esto porque oscuridad es un vocablo aplicable también a esa función del Padre Primordial que se asocia a la identificación primaria.
La identificación es el modo privilegiado de esa operación que hace lazo entre el sujeto y el Otro. Definirla de este modo conllevó separarla de la egomímia, no reducirla a la identificación especular y llevarla, a partir de esto, a la dimensión de una operación topológica.
¿Será este sesgo operacional lo que justifica su no inclusión entre los fundamentos? Al menos es una hipótesis.
Ninguno de los cuatro conceptos fundamentales enunciados por Lacan en su seminario 11 podría ser definido como una operación. A partir de cada uno de ellos puede, si, pensarse una serie de operaciones.
Entiendo que esos cuatro: inconsciente, repetición, transferencia y pulsión, litoralizan un campo clínico específico para el psicoanálisis, por ello allí define a un concepto como algo que se escribe.
Pensado así, los fundamentos delinean un campo donde la identificación como operación podrá tomar lugar, lo que la hace entonces tributaria de esos fundamentos e impide, a su vez, contarla entre ellos.
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