La relación entre significante y significado es inestable. Los lugares donde se atan el significante y el significado es el "punto de almohadillado", lo que produce la ilusión de un sentido fijo. El sentido, de esta manera, se produce cuando se puntúa la cadena significante. Un ejemplo es cuando el bebé llora, el cuidador interpreta de un modo particular esa demanda: "Tiene hambre, tiene frío, etc".
En realidad, el sentido no se encuentra en ningún significante, sino que se produce en el juego entre ellos, a lo largo de la cadena. De esta manera, la ilusión del significado es un proceso que se da a través de la metonimia y la metáfora de la significación.
El sentido se encuentra entre lo imaginario y lo simbólico. La significación es imaginaria, está en el ámbito de la palabra vacía, mientras que en lo simbólico hallamos la palabra plena, es decir, aquella que se acerca más al enigma del deseo del sujeto. La interpretación, tiene que ver con el sentido y con su correlato: el sin-sentido.
Ahora bien, el analista puede puntuar el discurso del analizante para alterar el sentido deliberado del paciente, lo que le demuestra al sujeto que dice más de lo que piensa que dice. Veamos un ejemplo:
Paciente: Quiero abandonar la facultad, porque mi compañero no me lleva al apunte.
Analista: ¿Va a dejar la facultad porque no te lleva el apunte? (Llevar el apunte es prestar atención)
Esta intervención no apunta a descubrir un significado oculto, sino más bien a desbaratar el sentido. La interpretación se dirige a reducir los significantes, vía al sin sentido, para encontrar los determinantes en conducta del sujeto. El analista juega con la ambigüedad de la palabra del analizante, sacando a la luz múltiples sentidos.
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