La duda forma parte del campo de la sintomatología propia del obsesivo. Esto por supuesto no significa que no pueda ser hallada en otras presentaciones, estructuras clínicas, del sujeto como podría ser la histeria, incluso la fobia.
Pero en la neurosis obsesiva reviste un carácter central constituyendo un síntoma patognomónico.
En principio la duda obsesiva participa del campo de lo sintomático, pero también se nos hace posible poder pensar cierto entramado fantasmático de la duda. En cualquiera de ambos casos esta cumple una función defensiva, en la medida en la cual pone al sujeto a distancia del acto. De uno que es correlativo del deseo. En psicoanálisis y en el planteo lacaniano el acto se entrama, está esencialmente ligado al deseo.
Una precisión se hace necesaria: se trata de un acto que concierne al sujeto como deseante, y no como deseado, situación en la que la duda se vuelve operatoria. La duda entonces mantiene al sujeto a distancia de la castración, y de su término concomitante que es la falta en el Otro, eso que el matema del grafo escribe: Significante de una falta en el Otro.
El otro punto relevante asociado a esta función defensiva es que la duda se sitúa en contrapunto con lo real. Si lo real se caracteriza en cierto punto por la certeza, por cuanto conlleva lo imposible de negativizar; la duda esencialmente pertenece al campo de la articulación significante.
O sea, la duda es solidaria del entramado significante en el discurso, de la oposición, y a partir de ello, de las significancia entendida como producción del efecto de sentido. Por ello defiende, porque instila significante frente a lo que no entra en sustitución alguna.
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