La construcción del algoritmo saussureano de Lacan constituye un acto fundacional, a tal punto que el propio psicoanalista francés sostiene que un algoritmo es la escritura que soporta y funda una ciencia. No vamos a entrar a discutir si el psicoanálisis es una ciencia, no es el eje de lo que queremos plantear hoy.
El algoritmo de Lacan da la instancia de la letra en el inconsciente. Queremos decir con eso que el algoritmo viene a señalar la inscripción y el alojamiento del significante en el inconsciente del sujeto, desconectado de toda dimensión semántica, o sea desconectado del efecto de sentido.
A partir de lo cual entonces, en el psicoanálisis, el efecto de sentido es la consecuencia del encadenamiento, de la concatenación significante. Es este tratamiento inédito del significante el que lleva a Lacan a sostener, muy tempranamente, que un significante en cuanto tal no significa nada.
O sea que, para tener un efecto de sentido, para que precipite la “significación en cuestión” (o sea el caso puntual y la pregunta que se obtura) es necesario el encadenamiento de al menos dos significantes.
Si el efecto de sentido es la consecuencia de la ficcionalidad en que consiste el encadenamiento de los significantes, podemos afirmar entonces que el sin sentido es inherente al efecto de sentido y participa de él.
O sea, el efecto de sentido se diluye en el sin sentido que le es consustancial. En la praxis, lo que el analista va a buscar es producir un efecto de sin sentido, reduciendo a los significantes a su sin sentido, vía la interpretación. La interpretación, como escansión del significante, desnuda que ese sentido no responde a naturalidad alguna; sino que es la consecuencia de la sanción que produjo el Otro.
El sin sentido entonces es un testimonio de que el mensaje, inherente a la verdad en el sujeto, participa de una sofística, en el sentido de lo engañoso, de un engaño del cual el sujeto es presa, por su sumisión al significante.
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