A partir de un trabajo sostenido Lacan puede concretar un abordaje lógico de la castración. Para lo cual comienza por señalar el valor estructural de ese vacío que primero llamó hiancia, lo que caracteriza a la estructura del discurso.
Este vacío deviene la posibilidad, incluso la condición, para poder decir algo con el lenguaje, y de trasfondo se delimita la imposibilidad de un decir, respecto del cual el decir modal hace suplencia.
Esta formalización modal supone un tratamiento lógico de este vacío a partir de los conceptos de función, de variable y de los cuantores lógicos.
La función se escribe f (x), y la x como argumento sólo toma lugar en la función porque ésta delimita ese lugar vacío. Este concepto de función es esencial por cuanto permite delimitar ese borde entre simbólico y real, el cual despeja una imposibilidad de escritura. De esta lectura no se desprende ambigüedad alguna, y esto por cuanto la dimensión semántica no tiene nada que hacer en este planteo.
Si en el Seminario 18 la apuesta era delimitar un discurso que no sea del semblante, en el 19 esta aspiración toma la forma de encontrar un decir modal que no esté sujeto a ambigüedades.
La mira es la misma: servirse de un recurso que le haga posible operar sobre ese real que la propia experiencia analítica recorta.
No hay relación sexual como decir se propone entonces como verdad, y esto en la medida en que la sexualidad del sujeto no puede sino medio decirse, o lo que es lo mismo, sólo se metaforiza por los efectos discursivos del lenguaje.
El decir modal es la condición de posibilidad para establecer una distinción entre el niño y la niña allí donde el complejo de castración los sexúa, con lo cual se hace evidente el tratamiento lógico de la operación edípica.
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