jueves, 3 de octubre de 2024

El analista no dirige

 A poco de iniciada su enseñanza pública Lacan escribe un texto en el cual interroga el concepto de dirección de la cura en psicoanálisis, para oponerlo al setting analítico que se jugaba en la comunidad analítica de la IPA con la que discute. Éste era entendido de tal modo que llevó a una especie de burocratización del dispositivo.

Esa burocratización es lo que Lacan discute y la inicia con lo que dio en llamar el retorno a Freud. El psicoanálisis, en función de los pilares del planteo freudiano, ¿qué concepto de la cura implica?

Al sintagma dirección de la cura le agrega otro que pone sobre la mesa la problemática del poder que la transferencia le otorga al analista: “La dirección de la cura y los principios de su poder”.

Allí es claro respecto de la libertad del analista. Lo es en el modo de sus intervenciones; lo es bastante menos en la transferencia, porque su papel allí, la posición que está llamado a ocupar no lo decide el analista sino el discurso del sujeto; y carece definitivamente de libertad en lo que se juega a nivel de la política, que no es otra que la que dicta la ética del psicoanálisis, o sea la orientación por el deseo.

Lo dijimos más de una vez, la ética es del psicoanálisis y no del psicoanalista, por consiguiente, la dirección de la cura, para responder a las categorías y a las coordenadas éticas propias del campo del psicoanálisis, prescribe que el analista no dirige al sujeto, y esa cuestión le impide al analista ser un director de conciencias.

El planteo lacaniano no trata de conductas. No conforma una técnica que ordene el proceder, sino que ubica un norte para el hacer ético del analista. Entonces, si alguien se viese tentado a dirigir al sujeto, indicándole hacia donde ir, esto está reñido con las coordenadas propias de la praxis analítica. A partir de lo cual lo que define a un analista no es lo que declama, sino lo que practica.

La cura por "su-posición".
Del planteo lacaniano, en su discusión con la IPA, se puede desprender que el analista no cura tanto por lo que dice, sino por la posición que ocupa en la transferencia.

Esto no significa, por supuesto, que lo que el analista diga no sea relevante y no lo habilita a andar diciendo cualquier cosa en cualquier contexto ni de cualquier manera, sino que es una lectura que apunta a marcar el valor fundamental, la incidencia y la eficacia que puede tener un analista en la medida de su posición en la transferencia.

Podemos hacer jugar aquí cierto equívoco que está indicado en el guion del título de este posteo.

El analista cura por suposición en la medida en que se presta a sostener esa suposición de saber que da inicio a la transferencia. Se presta a sostener esa ilusión sin alimentarla ni combatirla, durante un tiempo. Sostiene ese ensueño o esperanza por el cual se erigió la cura, con la ilusión (del paciente) de que se va a encontrar en la transferencia con algo que permita restituir la consistencia afectada del Otro.

A su vez, el analista cura por su posición. Y ello en la medida en que se presta a cumplir un papel en el juego transferencial.

Si vía la suposición se juega el espejismo que ilusiona con la completitud y la consistencia del Otro; del lado de su posición en la transferencia se pone en acto aquello que escapa al saber.

De un lado los velos; del otro el resto de la cosa sabida.

Esta disparidad en cuanto a la función del analista conlleva temporalidades en la cura, indican una orientación, y están sujetas a los vaivenes propios de la singularidad de cada cura.

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