En la experiencia clínica psicoanalítica, es verificable que el discurso del sujeto está, en la mayoría de los casos, profundamente marcado por su vida amorosa. Sin embargo, esta no debe entenderse exclusivamente como los vínculos románticos, matrimonios o relaciones sexuales que el sujeto establece, sino como un campo más amplio que abarca las modalidades de deseo, demanda y goce que configuran su relación con el Otro.
En este contexto, es crucial explorar qué o quién constituye el partenaire del sujeto. Este concepto adquiere relevancia porque el sujeto carece de un complemento innato, un objeto natural que le otorgue identidad o lo complete plenamente.
Inicialmente, el Otro, como garante de la verdad en el esquema L, puede ocupar la posición de partenaire para el sujeto. Sin embargo, la práctica psicoanalítica muestra que el Otro no es inmune a la castración; esta lo afecta igualmente, desvaneciendo su función como garante. Su inexistencia, entonces, impide que el Otro se constituya como un partenaire definitivo.
Ante esta falta, surge la pregunta: ¿dónde localizar al partenaire del sujeto? Un punto clave para identificarlo son los rasgos que comandan el campo de la satisfacción en el sujeto, aquellos que delinean sus recortes pulsionales. Estos recortes orientan la elección de objeto, configurando preferencias o fijaciones que el sujeto, aunque pueda quejarse de ellas, no abandona fácilmente.
En este proceso, el partenaire se desubjetiviza y despersonaliza, reduciéndose a aquello que sostiene una condición de goce para el sujeto. Así, el partenaire deja de ser una persona en su dimensión simbólica para convertirse en una función ligada al campo del goce, marcando la manera en que el sujeto se relaciona con lo que le falta y con el deseo del Otro.
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