La metapsicología freudiana abarca tres dimensiones clave: la dinámica, la tópica y la económica. En los inicios de su planteamiento, Freud otorga especial protagonismo a la perspectiva tópica. Sin embargo, con el tiempo, este enfoque se desplaza hacia la dimensión económica, particularmente en el contexto de la segunda tópica, donde el ello adquiere un rol preeminente.
Este cambio implica una reformulación del principio rector del aparato psíquico, que transita del principio de placer al concepto de "más allá del principio de placer". En esta nueva fase, la dimensión económica se caracteriza por un flujo energético que no se liga y circula libremente, fenómeno que Freud relaciona con lo traumático, especialmente a partir de su obra Más allá del principio de placer.
En este marco, la eficacia de la palabra en psicoanálisis se torna un punto central. ¿Por qué la palabra cura? Porque es el medio que permite tramitar la dimensión económica, haciéndola accesible a la ligadura simbólica. La palabra posibilita un trabajo de reelaboración esencial, mencionado por Freud en "Recordar, repetir y reelaborar" y ampliado por Lacan en "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", bajo el concepto de rememoración.
La rememoración, entendida como un trabajo simbólico, permite a la palabra tamizar lo traumático de lo económico y resignificar los eventos significativos de la historia del sujeto. Este proceso, en palabras de Lacan, es "la asunción del sujeto de su historia". Así, la palabra cura porque une, porque media.
No obstante, no todo puede ser alcanzado por la palabra. Existen aspectos estructuralmente resistentes al lenguaje, lo que plantea la necesidad de repensar y desarrollar herramientas clínicas adicionales para abordar aquello que permanece fuera del alcance del discurso.
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