sábado, 7 de diciembre de 2024

La transferencia como eje central de la práctica analítica

La transferencia constituye un pilar fundamental en el psicoanálisis, siendo el elemento a través del cual se vehiculiza el trabajo analítico. Para Freud, la neurosis solo puede abordarse eficazmente en el marco de una neurosis de transferencia, es decir, cuando la configuración libidinal del sujeto se reordena en función de la presencia y posición del analista.

Freud identifica dos dimensiones en la transferencia. Por un lado, su aspecto positivo, que promueve el trabajo y actúa como motor de la cura. Por otro, su faceta negativa, que puede obstaculizar el avance. Sin embargo, este obstáculo no es menos esencial. De hecho, es inherente a la práctica analítica, una clínica que gira en torno al enfrentamiento y eventual atravesamiento de dichos obstáculos. Para que este proceso ocurra, es necesario que el obstáculo emerja plenamente en la transferencia, constituyéndose como un punto de trabajo.

La reelaboración lacaniana de la transferencia

Lacan retoma y amplía este planteamiento, reconociendo que la transferencia adopta distintas modalidades clínicas, las cuales determinan diversas posiciones que el analista puede ocupar en el proceso.

  1. El analista como Sujeto Supuesto Saber
    Inspirado en la transferencia positiva descrita por Freud, Lacan sitúa al analista como el Sujeto Supuesto Saber, una posición basada en la ilusión que sostiene el vínculo inicial. En este momento, el sujeto dirige su demanda a un Otro, en un intento de conferirle consistencia y completitud. Este estadio es fundamental para iniciar el trabajo analítico.

  2. El analista como el Otro inconsistente
    El analista también puede ocupar la posición del Otro, en tanto sostiene el espacio donde el sujeto se enfrenta con la falta estructural, con el hecho clínico de que “hay nadie”. Esta operación subraya la inconsistencia del Otro, desmantelando la ilusión de una respuesta totalizante.

  3. El analista como semblante del objeto a
    Finalmente, Lacan introduce una dimensión más radical: el analista como semblante del objeto a. En esta posición, el analista encarna el resto, aquello que rechaza el discurso consciente y que señala el empalme entre el inconsciente y la pulsión. Desde este lugar, el analista se presenta como el “resto de la cosa sabida”, poniendo en juego lo real de la transferencia.

La transferencia como obstáculo y motor

En síntesis, la transferencia no solo es un motor que impulsa la cura, sino también un obstáculo necesario que se debe atravesar. Su manejo implica reconocer la diversidad de posiciones que el analista puede ocupar, cada una adecuada a los diferentes momentos del proceso analítico. Esta dinámica resalta el carácter único de cada cura, donde la transferencia se configura como el espacio en el que el sujeto enfrenta, cuestiona y trabaja los nudos de su propio deseo y su relación con el Otro.

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